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La hermandad

SERÍA estupendo que el Supremo evacuase pronto sus providencias pendientes sobre el juez Garzón, más que nada para ahorrarnos la romería de abajofirmantes que cada día se retratan en homenajes y manifiestos para meterle presión a una justicia en la que sólo parecen creer cuando respalda sus prejuicios ideológicos. Si los ropones han de empapelar al magistrado que lo empapelen de una vez y si no que lo dejen seguir instruyendo sumarios a su impetuosa manera, que tiende a pasar su afán justiciero por encima de los procedimientos y las normas, esas minucias que constituyen la garantía de un Estado de Derecho. Pero a ver si el tribunal encargado de fijar la doctrina de legalidad decide ya algo que acabe con la cofradía del Santo Reproche, que empieza a resultar cargante con su matraca de consignas baratas y falaces. Falaces porque esta cuerda de artistas y políticos conocidos por sus eminentes conocimientos jurídicos ignora adrede que Garzón no está bajo sospecha por querer juzgar los crímenes franquistas, sino por abrirle al franquismo un inútil proceso general a sabiendas de que no tenía competencias para ello y de que los responsables de sus desmanes llevan un cuarto de siglo criando malvas. Eso en lo que respecta a uno de los sumarios; otro es por haber cobrado unos dinerillos de cierto banquero sometido a su jurisdicción, y un tercero por haber autorizado escuchas que podrían no resultar autorizables, lo que echaría a perder la posibilidad de procesar a los escuchados y arruinar así el eventual castigo que acaso merezcan por chorizos y trincones. O sea, que con su furor de hacer justicia por encima de las leyes puede acabar (presuntamente, claro) beneficiando a quienes (presuntamente también) las han infringido.

Con todo y con ello, los procesos que atribulan a la hermandad de actores y demás crema de la intelectualidad se están desarrollando con todas las garantías procesales, lo que quizá no haya ocurrido con algunos de los que ha manejado el juez estrella. Que a día de hoy goza por cierto de la máxima presunción de inocencia aunque tal parece, oyendo a sus espontáneos defensores, que lo tuvieran emplumado y ataviado con un sambenito inquisitorial para someterlo a auto de fe. En punto a ideología tampoco se puede quejar: el magistrado que ha de resolver lo del franquismo no es precisamente un facha de correajes sino un reputado izquierdista, y la consejera socialista del Poder Judicial recusada por supuesta aversión personal ha tenido la dignidad de autoexcluirse con una decencia que se echa en falta en otros expedientes, sin señalar ninguno. Pero estos son detalles sin importancia a la hora de salir en procesión con pancartillas y pliegos de firmas para meter bulla a base de eslóganes simplones y argumentos doctrinarios. Como el Supremo no sea diligente podemos ver en Semana Santa un simulacro de calvario con togas coronadas de espinas. Qué cruz.

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