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Blanqueos

EL antropólogo Benedict Anderson, en un ensayo ya canónico sobre los nacionalismos (Comunidades imaginadas), caracteriza a los movimientos emancipadores de la América hispánica y de Filipinas como los grandes clásicos del género. Más que en la independencia de las colonias inglesas de América del Norte ... o que en la Revolución Francesa, fue, según Anderson, en la escalonada formación de las repúblicas hispanoamericanas, entre 1810 y 1898, donde el nacionalismo moderno adquirió su plena y exportable identidad. De hecho, sólo en ellas se produjo, desde el momento insurreccional, la fusión imaginaria de toda la variedad étnica del mundo colonial en comunidades jerarquizadas. Los criollos pusieron los cuadros dirigentes; los mestizos, la carne de cañón, y los indios, el simbolismo victimista, ya fuera éste tomado de la catástrofe que supuso la conquista española para los imperios autóctonos de los Andes y Mesoamérica, de las diversas formas de servidumbre instituidas por los vencedores o de las escasas y frustradas rebeliones indígenas. Tanto en la emancipación como en la elaboración de las simbologías nacionales, los descendientes de los esclavos africanos contaron muy poco. Todavía hoy, en Cuba (nada menos), mandan los de cepa gallega. Negros y mulatos ponen el son y las huelgas de hambre.

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