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Otro coordinador

ENTRE todos los verbos de uso común en las Administraciones Públicas, con escasas diferencias entre las locales, autonómicas y la nacional, el de más impreciso significado es, sin duda, el verbo «coordinar». Posiblemente, la concertación de esfuerzos en pos de una acción común sea un concepto contradictorio con lo público, algo reservado únicamente al ámbito privado; pero, a pesar de todo, la ambición coordinativa aparece siempre en la médula del sermón gubernamental, sea cual fuere el color dominante en cada momento. En lo que a la información respecta, la obsesión llega tan lejos que existe -palabra de honor- una Secretaría de Estado de Comunicación con la principal misión de «coordinar la política informativa del Gobierno». Algo próximo, sospecho, al espiritismo.

La hasta ahora titular de tan singular Secretaría, Nieves Goicoechea, vuelve a sus labores y los hados monclovitas han decidido colocar en su lugar a Félix Monteira, un entusiasta de la causa socialista que, durante el último año, ha dirigido Público, un periódico con más doctrina que lectores que forma parte de la flota de poder e influencia de Jaume Roures, un empresario de raíz marxista que confiesa ganar dinero para defender sus ideas. De González a Aznar el respeto por la información independiente fue escaso; pero, en el zapaterismo, se instaló bajo mínimos. ¿Por qué, ahora, en trance de gran tribulación se decide un relevo tan insólito?

El perfil de Monteira es tan respetable como inadecuado para mantener una relación fluida con los medios. Los de su proximidad ideológica y militante -es uno de los primeros pobladores de El País- se lo quitaron de encima y, encastillado en sus fervores, no se le conocen relaciones fluidas con los medios independientes y, menos aún, con los de sesgo contrario al suyo propio. Quizá, como fue director de Cinco Días, el diario de Prisa especializado en economía, se ajuste a la necesidad expresada estos últimos días en el Palacio de Zurbano: «Tenemos que trasladar con más eficacia el mensaje económico»; algo que, a falta de soluciones, inquieta al complejo entramado electorero de La Moncloa. En ese orden hay que recordar que, bajo su dirección, Cinco Días perdió ventas e influencia. Quizá para entender las razones de tan singular relevo entre la nada y el nada haya que saber que «angélica» es algo más que una planta útil para sazonar cierto tipo de guisos.

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