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Miles de personas exigen un cambio en la ley del Menor

Miles de personas exigen un cambio en la ley del Menor

Miles de personas acompañaron ayer, en Madrid, a la familia de Sandra Palo y de Marta del Castillo, entre otros menores vilmente asesinados, en una manifestación para exigir al Gobierno central un cambio radical en la Ley de Responsabilidad Penal del Menor y conseguir así que los condenados cuando eran menores por asesinar y violar vayan a una prisión de adultos al cumplir los 18 si es todavía les queda condena o están en libertad vigilada.

«Hemos llegado hasta aquí contando lágrimas, sumando víctimas, muerto a muerto. Comprobando impotentes que la «ley del Menor» protege al verdugo hasta la impunidad mientras condena a las víctimas al castigo, al abandono y al olvido». Es uno de los párrafos leídos por María del Mar Bermúdez, la madre de Sandra Palo, visiblemente emocionada pero entera, en una tribuna en la Puerta del Sol, final del recorrido. El manifiesto lo ha escrito la periodista Virgina Ródenas, compañera de Redacción de ABC.

Historial delictivo

La marcha empezó a las cinco de la tarde, en la Plaza Mayor. Allí estaban, entre otros muchos familiares de menores asesinados, el abuelo y el tío de Marta del Castillo, José Antonio Casanueva y Santiago Delgado, respectivamente. A sus 73 años, firme, emocionado, afable y admirable, el abuelo de Marta decía seguir confiando en la justicia. «Lo que exigimos es que los criminales cumplan íntegras las penas. Si se hacen mayores, a la cárcel y no a la calle. No hay derecho que cuando cumplen 18 años se «borre» todo su historial delictivo», añadía el hombre.

Tanto él, como los padres de Sandra Palo, insistían en que «no pedimos venganza, sino justicia». Tuvieron, todos ellos, duras críticas hacia el ministro de Justicia, Francisco Caamaño, por haber dicho que por un caso en concreto no se podía cambiar una ley. Exigían que la penas se cumplan íntegras por encima de la edad que se tenga.

La manifestación echó a andar con unas mil personas. El recorrido no pudo ser más incómodo e inadecuado. Había que salir de la Plaza Mayor atravesando arcos, giros imposibles por calles estrechas y sortear bolardos, coches aparcados y bolas de granito ornamentales. La gente salía de los comercios y los bares para curiosear y acaban aplaudiendo o uniéndose al cortejo. Ni un político o representante institucional. Al final, miles de almas, Calor humano a raudales en Sol.

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