Un cuento popular
ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE
Aquellos que no conozcan «La novia vendida», que serán multitud dada su muy infrecuente presencia sobre los escenarios, deberían acercarse al Palau de les Arts de Valencia. Descubrirán que la obra de Smetana es mucho más que una ópera nacional checa, o ... que siéndolo es además una escena de popular colorido, un cuento lleno de humor benévolo y hasta una obertura de brillante virtuosismo, el fragmento que mejor la ha representado fuera de la escena. Desde luego, por mucho que se haya escuchado esta pieza orquestal caben todavía otros mil detalles si es que la Orquestra de la Comunitat Valenciana y el maestro Tomás Netopil siguen dispuestos a demostrar en las próximas representaciones el despliegue de medios del que alardearon el viernes, en la primera. La vitalidad quizá dio también un plus de excesivo protagonismo a la orquesta en algún momento de la representación, pero es apenas un detalle sobre una producción muy compacta en el foso, la escena y los intérpretes.
La escenografía procedente de la Opera North de Leeds, dirigida por Daniel Slater, lleva con habilidad la obra a los años de influencia soviética transformando en diversión proletaria lo que en origen fue estrictamente popular y convirtiendo así al casamentero Kecal en un influyente jefe de zona. Tiene gracia el resultado, de un colorismo matizado por una estupenda iluminación y de una naturalidad gestual que colabora al lucimiento de los protagonistas. Entre estos Sabina Cvilak quien dibuja a la protagonista con un hábil y coherente manejo de los registros. Ales Briscein le da la réplica con un punto de brillantez muy estimable. Vicenç Esteve encarna con mucho acierto al tartamudo Vasek y Vladimir Matorin saca adelante a Kecal con el buen apoyo de su gran físico. Merece la pena reseñar la presencia de Lluís Martínez-Agudo, proveniente del Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo, cantera del propio Palau de les Arts.
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