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Centenario de José Herrera Petere

ES el paradójico signo de los tiempos que haya pasado desapercibido a las altas instituciones culturales de nuestro país un evento de primer orden para el proceso de recuperación de la memoria histórica que estamos viviendo: el I Congreso Internacional sobre el polifacético intelectual José Herrera Petere «Vanguardia y Exilio» que con motivo del centenario de su nacimiento se ha celebrado el 30 y 31 de octubre en su ciudad natal Guadalajara y que ha congregado a catedráticos de literatura, tanto españoles como foráneos, así como a testigos y estudiosos de una personalidad que es un ejemplo paradigmático, en su dimensión más trágica, del binomio orteguiano del ser y su circunstancia.

Perteneciente a una familia de la alta burguesía y académica (su padre fue Capitán de Ingenieros y General de la República), Herrera Petere tuvo una educación elitista y católica en Madrid. Sin embargo, optó por romper con su entorno social natural para «desclasarse» conscientemente y comprometerse -de por vida- con los ideales políticos e intelectuales de la izquierda republicana, poniendo su entusiasmo vital, su talento creador y su perenne inocencia de niño a su servicio, en un momento cultural europeo en el que no se concebía la actividad artística desligada del compromiso político e ideológico, llegando a ser «poeta-guerrero» en las milicias republicanas durante la Guerra Civil y afiliándose, a instancias de su amigo Alberti, al Partido Comunista.

Una vez finalizada la guerra pasó la vida -38 años- en el exilio, primero en México y luego en Ginebra (Suiza) hasta su muerte en 1977. Pero es precisamente en el exilio donde el «doloroso sentir» de su vida se le revela. Se podría afirmar que Herrera Petere llevaba en Ginebra una vida privilegiada, siendo ésta una de las ciudades más prósperas y cosmopolitas de Europa, rodeado de amigos intelectuales y artistas, los más destacados entre otros: María Zambrano, Rafael Alberti, Juan Manuel Díaz-Caneja, Elia Ehrenberg, Paul Eluard, Pablo Neruda y José Tamayo. De todos los que le conocieron, es común el recuerdo de su encanto sutil, su compleja e irónica sensibilidad y su intelectualidad humana, pero sobre todo, la extraordinaria luminosidad de su personalidad. Pero Herrera Petere se consumía lentamente por la asfixia interior que va desintegrando a quienes sufren el destierro. Por sus cartas, entre las que figura la correspondencia de su amigo, mi abuelo, el poeta Carlos Rodríguez-Spiteri, y que en gran parte han sido recopiladas en las obras completas que han visto la luz con motivo del centenario, reconocemos a un pensador inconformista, leal a sus ideales pero liberado de los «enjaulamientos» que lo atenazaban precisamente cuando más se sintió atrapado por ellos: el desarraigo de los queridos paisajes de su tierra, en especial de la Alcarria y las sierras de Guadarrama y Toledo, la nostalgia del idioma, la derrota histórica de su modelo político, unida al dolor de la perdida de su único hermano en el frente, y -finalmente- el descubrimiento de la realidad y las contradicciones de un partido comunista del que quizá se había vuelto demasiado dependiente. Herrera Petere destacó por una coherencia moral y nobleza del alma que trascienden a las ideologías y por ello forma parte de un patrimonio del que nuestro país puede sentirse orgulloso.

Más información y documentación en la exposición: José Herrera Petere «Vanguardia y Exilio», Guadalajara 29 de octubre-22 de noviembre de 2009, Diputación Provincial de Guadalajara.

Economista por la

Universidad de Munich

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