Turquía y su ingreso en la Unión Europea

25/02/2010 a las 00:00h.

LA admisión o rechazo de Turquía es uno de los asuntos que definirán el proyecto europeo. Los argumentos en favor o en contra de la integración son conocidos. Anticipamos la tendencia que tiene más posibilidades de salir adelante: Turquía ingresará en la UE, antes o después, como socio de pleno derecho. Los inconvenientes que crearía una Turquía fuera de la Unión son tan inquietantes que es mejor no imaginarlos. Turquía limita al norte con Georgia, Armenia y Azerbaijan. Al este y sur con Irán, Irak y Siria. Al noroeste con Bulgaria y Grecia. Tiene una costa de 7.200 km. Con una superficie de 783.000 km2, más de España y media, y 77 millones de habitantes, cinco de ellos en Europa central, la población de Turquía superará a la de Alemania hacia 2015. El PIB no alcanza a la mitad del español, pero duplica al griego. Desde hace siete años gobierna el partido de la Justicia y el Desarrollo, un partido musulmán que reconoce, sin fisuras, al estado laico y democrático.

Una triple y antigua cuestión vuelve a la actualidad. Los kurdos. Chipre. La Unión Europea. Recep Tayyip Erdogan ha desembarcado el lunes en Madrid con diez ministros. No trataremos aquí de los contratos ganados por empresas españolas (el primer ministro solo habló, el lunes, de una de ellas, Técnicas Reunidas, ganadora de un concurso de 1.600 millones de euros). El domingo tuvimos ocasión de hablar largamente con el ministro de Asuntos Exteriores, señor Davutoglu. Un diplomático francés sostiene que Erdogan es hoy la primera cabeza política de Europa, aunque Turquía no haya ingresado en la UE. Su talento, rapidez, valentía y dignidad, quedaron probados en Davos hace un año. Erdogan reclamó, volvió a reclamar, y exigió al final el micrófono, cuando el moderador, un pobre tipo, trataba de cerrar el debate como fuera. Pero no era fácil. En aquel estrado suizo, Erdogan rugió a Simon Peres: «Saben ustedes cómo matar y cuando hay que matar». Luego anunció que nunca más volvería a Davos y se marchó. Recordemos: Turquía ha sido, desde 2004, uno de los aliados más leales de Israel.

Primera cuestión: los kurdos son hoy el 18 por cien de la población turca. Segunda: el venenoso conflicto de Chipre es utilizado por Grecia como palanca antiturca, pero este país no tiene hoy demasiada autoridad. Tercera: Turquía negocia con la Unión Europea desde 1959. Merkel y Sarkozy dan largas sin aceptar que sus mandatos son minúsculos al lado del tiempo de la historia. Entrevista reciente: «¿Dice usted que Sarkozy y Merkel le dicen una cosa y a la hora de la verdad hacen otra?» Respuesta de Erdogan: «Sí».

Solo recordaremos un problema central: el Ejército, al que la constitución reconoce como garante de la laicidad y el orden interno, vigila al actual gobierno, a veces con hostilidad. Desde 2003 se ha mantenido el equilibrio. Entre otros, el artículo 145 de la constitución debe ser urgentemente modificado.

Imaginemos una Turquía miembro de la Unión, limítrofe de Irán, Irak y Siria. No es malo que los límites de la Europa política se extiendan hasta las cercanías de Alepo o Teherán. La influencia de la UE sería mayor. Su condición, hoy inexistente, de potencia global, comenzaría a definirse.

Turquía ha hecho progresos hacia la democracia, inconcebibles hace 10 años. Los ha hecho durante el mandato de Erdogan. Valéry Giscard d´Estaing recordaba el origen cristiano de Europa al defender las zonas comunes de su cultura. Pero Orhan Pamuk cree más bien que la Europa de hoy se define en el lema de la Revolución francesa, libertad, igualdad, fraternidad. Posiblemente la idea de fraternidad no se hubiera extendido sin el impulso del cristianismo durante veinte siglos. La convivencia en igualdad de cristianos y musulmanes sería una aportación de Turquía a Europa de incalculable valor.