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Garzón se enfrenta a sus excesos

FRENTE a los procesos penales en los que está inmerso, Baltasar Garzón va a necesitar argumentos de más peso que un editorial de «Los Angeles Times» o la desaforada campaña que han desatado sus ardientes seguidores contra jueces del Tribunal Supremo y vocales del Consejo General del Poder Judicial, acusados -especialmente los que podrían encuadrarse en la izquierda judicial- de urdir una conspiración contra el afamado juez de la Audiencia Nacional. A nadie debería extrañar que Garzón esté recogiendo los frutos envenenados de una carrera profesional caracterizada por excesos y extravagancias, echada a perder por su egolatría incontrolable. Son incuestionables sus aportaciones a la lucha contra el terrorismo o al impulso de la justicia universal contra los crímenes de genocidio. Pero estos méritos no justifican los desafueros que ha perpetrado en la instrucción de numerosas causas, algunas de ellas desembocadas en nulidades por graves defectos de forma, y otras recluidas en dilaciones inexplicables. La defensa de Garzón no descansa en haber perseguido a Pinochet o haber incoado un sumario jurídicamente inefable por las desapariciones en la Guerra Civil y el franquismo. El fin tampoco justifica los medios, y esto deberían saberlo los defensores progresistas de Garzón, tan escrupulosos por regla general contra los abusos del poder y la vulneración de los derechos fundamentales. A Garzón no se le investiga en el Supremo por haber perseguido los crímenes franquistas, sino por haber cometido un presunto delito de prevaricación, escudado en una obscena manipulación de la tragedia histórica que fue la Guerra Civil. Tampoco hay revanchismo en la admisión de una querella que relata algo tan poco edificante como la solicitud de fondos a una entidad bancaria para sufragar los gastos de unos cursos por los que Garzón recibió una generosa gratificación, seguido todo ello del archivo de una querella contra esa misma entidad bancaria. A cualquier otro juez no se le habría consentido una mínima parte de todas las liberalidades que se ha permitido Garzón.

Las querellas admitidas contra él han sido previamente evaluadas por los magistrados de la Sala Segunda del TS con criterios técnico-jurídicos. De una de ellas se ha derivado un extenso y contundente auto de imputación. Motivos suficientes para suspender cautelarmente a Garzón, quien va a poder alegar ante el CGPJ antes de que éste resuelva sobre la suspensión. No es un trámite preceptivo, pero está bien que Garzón sea oído. En todo caso, todo apunta a que ya ha empezado a escribir su epílogo como juez.

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