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España, crisis de credibilidad

(Viene de la portada) La encuesta del CIS publicada ayer, correspondiente al mes de enero, consolida la ventaja del PP sobre el PSOE en voto directo y estimado. Esta última diferencia ronda los cuatro puntos porcentuales (40 por ciento frente a 36,2 por ciento), la mayor de las registradas por el CIS en esta legislatura. Es evidente que el PP ha asentado su liderazgo en las encuestas con una solidez que ya no es meramente coyuntural. Incluso puede considerarse que el resultado de la encuesta es benévolo con el PSOE, porque se elaboró antes de que Rodríguez Zapatero comenzara su cadena de fallos y fracasos en la cumbre de Davos, en Bruselas y en torno a la reforma de las pensiones. Tampoco incluyó la debacle bursátil de ayer en el Ibex 35, que cae a mínimos de agosto, regenera los temores sobre la deuda y pasa factura a la emisión del Tesoro y a las empresas cotizadas, reforzando la prima de riesgo de España. La de ayer, con una caída del IBEX de casi el 6 por ciento, fue una jornada negra que contribuye a reflejar el descrédito de la política económica del Gobierno. Ni la encuesta de los mercados -hay datos alarmantes que ponen en evidencia la mentira gubernamental de los «brotes verdes»- ni las encuestas de los ciudadanos están dando su aprobado a Rodríguez Zapatero, quien se niega a asumir que hay una profunda crisis de confianza en su persona y en su Gobierno que justificaría un adelanto electoral o, como mínimo, que se someta con urgencia a una cuestión de confianza.

Precisamente esa creciente falta de credibilidad, que empieza a adquirir visos de irreversibilidad para los intereses del PSOE, es el motivo que debe impulsar a Rodríguez Zapatero a tomar decisiones urgentes y a abandonar cuanto antes ese mundo irreal, frívolo y lejano en el que se ha instalado. Su disminuido «acontecimiento planetario» concluyó ayer al terminar su intervención en el Desayuno Nacional de la Oración junto a Barack Obama en Washington. Terminó la hora de golpes de efecto superficiales e irrelevantes y de las fotografías con que tratar de recuperar su maltrecha imagen. Desde esta perspectiva, para un político como Rodríguez Zapatero, que hace gala de laicismo, resulta una paradoja evidente que su gran oportunidad para obtener un encuentro con Barack Obama sea el Desayuno Nacional de Oración. Aunque no pudo presentarse como un invitado exclusivo, el presidente del Gobierno fue protagonista en calidad de «orador principal» durante el desarrollo de un evento que no oculta su objetivo de reforzar la presencia de la religión en la vida pública. Zapatero capeó el temporal con una razonable faena de aliño, a través de un discurso ambiguo y cargado de generalidades, mucho más orientado hacia sus anfitriones que hacia ese voto radical que busca de cara a las próximas elecciones. Sólo así se explica la defensa a ultranza de la libertad religiosa y la autonomía personal en el terreno de la conciencia por parte de un dirigente que pretende ignorar el principio de cooperación entre Iglesia y Estado para hacer guiños a sus socios radicales en materias como el matrimonio homosexual o el aborto.

Por lo demás, la actitud cordial que mostró Obama hacia el dirigente español no pasa de ser una cortesía razonable que en nada garantiza la visión de Zapatero como un interlocutor preferente del presidente norteamericano. Bien está la preocupación por el empleo y por los derechos de los trabajadores, pero en las pésimas circunstancias de nuestra economía hacen falta medidas eficaces y no sólo palabras huecas. En efecto, la «conjunción planetaria» ha cumplido ya su capítulo principal, pero carece de perspectivas reales de existencia a lo largo de este semestre de presidencia europea. De hecho, a Zapatero le espera una España fundida en negro, seriamente preocupada por el desgaste político y el deterioro económico, e inmersa en una desasosegante incertidumbre.

Probablemente, de haberse realizado hoy la encuesta del CIS, reflejaría una mayor diferencia con el PP. En todo caso, los sondeos hay que tomarlos con cautela y valorarlos por las tendencias que apuntan. Y la del CIS muestra que el PSOE baja imparablemente, el PP se mantiene, pero no despega, y crecen las alternativas a ambos lados del PSOE, es decir, UPyD e IU. El tiempo se agota para que los socialistas recuperen terreno y da a los populares más margen para una estrategia de oposición efectiva. En estas condiciones es comprensible que haya sectores de la derecha que se sorprendan de la parquedad de la ventaja del PP, pero no debería olvidarse que, aun en sus peores momentos, el PSOE ha tenido siempre un suelo del 35 por ciento. Según el CIS, el PSOE está sólo dos puntos por encima de su resultado de 2000, cuando el PP, con el 44 por ciento, ganó por mayoría absoluta. Cabe esperar más del PP, pero, sobre todo, de Rodríguez Zapatero: primero porque es el presidente del Gobierno y, segundo, porque su pasividad e ineficacia están condenando a España a años de oscuridad.

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