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Los cimientos de la Paz

Políticos, empresarios, científicos, universidades, miles de ciudadanos... se han unido por una causa común: mañana se presentará en Oslo la labor de Vicente Ferrer en la India para optar al Nobel de la Paz

Los cimientos de la Paz

Pocas veces tantas voces tan distintas de personalidades internacionales, políticos, científicos, medios de comunicación, empresarios y miles de españoles se han unido por una causa común: apoyar la candidatura de la Fundación Vicente Ferrer al Premio Nobel de la Paz. Con la misma sencillez y humildad con las que el ex jesuita cautivó al pueblo indio de Anantapur -desde hace más de cuarenta años- ha nacido este proyecto tras la muerte de Ferrer el pasado mes de junio. Distintas iniciativas populares que surgieron desde muchos ciudadanos anónimos, municipios, empresas, entidades, medios de comunicación e internet, de forma espontánea, han promovido a esta ONG como merecedora de tan alto galardón.

El movimiento ha ido creciendo a lo largo de los últimos meses hasta que se ha constituido una plataforma ciudadana independiente que gestionará la candidatura y buscará todos los apoyos necesarios. De momento, en Facebook ya hay más de 62.000 firmas que se han adherido a este fin único para mantener viva la luz del cooperante español: la Fundación Vicente Ferrer que dio sus primeros pasos en 1969.

Pero no sólo los ciudadanos de a pie creen en el legado de Ferrer. El apoyo llega de todos los grupos parlamentarios del Congreso de los Diputados, de los presidentes de once comunidades autónomas, de 70 ayuntamientos, de los directores de los siete diarios españoles de mayor difusión, de los rectores de las principales universidades del país, así como de varios institutos internacionales por la paz y academias... La lista resulta arrolladora. Mañana, la plataforma presentará sus credenciales en Oslo y la candidatura de la Fundación para el Nobel de la Paz 2010. En octubre se conocerá el fallo.

Un proyecto integral

Motivo hay más que suficientes para sostener esta candidatura. «Buscamos el reconocimiento a la Fundación porque ha creado un modelo de desarrollo en la India diferente del resto. Es un proyecto que lleva más de 40 años en Anantapur y que se ha comprometido a quedarse allí. Con un enfoque integral que abarca muchas áreas distintas», defiende el presidente de la Plataforma, Rafael Villasanjuan.

Pero las semillas que sembró Vicente Ferrer son mucho más profundas para una sociedad. «Apuntaló los cimientos de la paz», afirma Villasanjuan. En efecto. Hace ya casi cuarenta años que el ex jesuita llegó a la remota región india de Anantapur, un secarral de tierras rojas y baldías, devastado por la sequía y cuya extensión es comparable a la de Cáceres. Allí, los «dálits», los intocables que están fuera del sistema de castas, vivían marginados por su propia sociedad, condenados a realizar los trabajos más serviles y humillantes, y sumidos en la más profunda pobreza. «Pervivía la discriminación de las castas, había muchísima pobreza con lo cual las personas eran excluidas y no podían opinar. Un caldo de cultivo para que se desarrolle la violencia y los conflictos», dice Villasanjuan.

Lejos de amilanarse, Ferrer llamó a cada puerta. Vivió y durmió junto a los marginados compartiendo sus necesidades y sufrimientos. Una experiencia que sentó las bases de la que puede considerarse una de las obras más colosales realizada por una ONG. Con ello, además, se ganó la adoración de un pueblo que sabe ser agradecido.

Ahora, en Anantapur, ha cobrado sentido la dignidad del ser humano. Desde aquellas primeras rupias que Ferrer concedió como microcréditos a agricultores y ganaderos, una nueva generación de «dálits» universitarios y comprometidos con su pueblo está tomando las riendas del progreso. Se criaron al amparo de la Fundación. Son el fruto de un plan integral que durante decenios ha involucrado a una comunidad de más de dos millones y medio de personas.

En aquel secarral ya emana agua, hay árboles frutales y las tierras dan cosechas. Hay tres hospitales y once clínicas rurales. Casi el cien por cien de los niños están escolarizados. Y la mujer es el motor de ese progreso. Ferrer lo supo entender. Ellas se van haciendo fuertes a través de los «sangham», asociaciones en las aldeas (ya hay cerca de 5.000), que comienzan incluso a hacer frente a las lacras más enquistadas en una sociedad cuyo progreso se ve frenado por el cerrado sistema de castas. Toda una revolución social silenciosa que en Anantapur hace honor a su nombre: una Ciudad del Infinito para los intocables.

«El proyecto de Vicente Ferrer al incidir sobre el lado humano y social creó las raíces donde mejor puede crecer la paz, en una sociedad más justa e igualitaria, donde las personas tienen la capacidad de decidir libremente. Fortaleció las comunidades, los minigobiernos en cada aldea, donde sus ciudadanos deciden sus prioridades. Así es la solidaridad, donde no llega uno llega otro. No son ricos, pero sí comunidades fuertes en las que unos se ayudan a otros», explica Villasanjuan.

La Fundación competirá con otras candidaturas para las que cuyos promotores han hecho público su deseo de optar al galardón: internet, Evo Morales y la ONG rusa Memorial. Para lograr tan noble premio quizá haya que «esperar un milagro», como enseñaba Ferrer, o sólo hacer honor a sus palabras: «Ninguna acción buena se pierde en este mundo. En algún lugar quedará para siempre».

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