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Verdades y mentiras sobre las penas

EL Gobierno ha recibido con evidente incomodidad la reactivación del debate sobre la cadena perpetua, que ayer volvió a reclamar Mariano Rajoy, quien recordó que esta pena está prevista y aplicada por la práctica totalidad de las democracias occidentales, empezando por las europeas. Pero al Gobierno socialista le molesta que se hable de cadena perpetua porque es un tema que los prejuicios progresistas de la izquierda consideran tabú, en la medida en que implica reconocer el fracaso de esas tendencias criminológicas que defienden a ultranza la rehabilitación del delincuente. Los argumentos del Ejecutivo socialista contra esta pena de prisión perpetua han aplicado el método de la manipulación. Primero, porque han vinculado este debate a «una incursión en la extrema derecha» por parte del PP. Es lo habitual: cuando el PSOE no sabe cómo participar racionalmente en una controversia, la tacha de ultraderechista. Lo que han hecho los socialistas es calificar de extrema derecha a todos los países europeos -Gran Bretaña, Francia, Italia, Alemania, entre otros- que aplican la cadena perpetua. En segundo lugar, porque afirma el Gobierno que esta pena es inconstitucional. Falso. La cadena perpetua sometida a un sistema de revisión periódica -que es el que ayer defendió Rajoy- sería conforme con la Carta Magna, como ya ha dicho el Tribunal Constitucional con ocasión de la entrega a Italia de mafiosos condenados a perpetuidad.

A pesar de la falsedad teórica y material de los argumentos del Gobierno, el más pernicioso es el que afirma que el sistema penal español es más severo que los que tienen la cadena perpetua. El ministro del Interior, Pérez Rubalcaba, incluso se refirió al cumplimiento íntegro de condenas, que podrían llegar a cuarenta años, como si fuera una posibilidad generalizada. Esta visión de la justicia penal española es una absoluta distorsión. El cumplimiento íntegro hasta cuarenta años está previsto de manera efectiva sólo para delitos graves de terrorismo. Tratándose de delitos comunes, sólo se podría llegar a ese límite máximo si el delincuente hubiera cometido, por ejemplo, dos o más asesinatos especialmente agravados, que pudieran ser castigados cada uno con más vente años de prisión. En caso de violaciones, en los supuestos más graves, el violador múltiple no cumpliría más de veinticinco años, sin contar con permisos penitenciarios o libertades condicionales. En la mayoría de los países europeos, un solo asesinato basta para la pena perpetua.

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