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ABC Cultural

«Biblia ilustrada para becarios»

David Benedicte. Poesía. Editorial Isla Varia. 144 páginas. 12 euros.

«Biblia ilustrada para becarios»

Se preguntaba el maestro Adorno si es posible escribir poesía después de Autchswitz. Podría añadirse si es posible después del gulag, de los jemeres rojos, de la picana suramericana, después de Srebrenica. ¿Posible? No sólo posible, sino que se antoja más que justo y necesario. ... El mundo sigue en llamas, y legiones de descorazonados, centenares de miles de parados llaman a las puertas del cielo de la sociedad occidental sin obtener respuesta que no sea un ácimo subsidio. Y aquí llega el poeta, David Benedicte , también periodista y novelista, autor de «Biblia Ilustrada para becarios» (Ed. Isla Varia) para meter el dedo y el teclado en todas las llagas posibles: paro, precariedad, recursos (in)humanos... Un libro donde la realidad, la cruda realidad, se cuela en cada verso. «La poesía –dice el poeta-, ya sea hecha a partir de un recorte de Prensa o ante la contemplación de la rosa en ristre ante una divinidad que lleve siglos muerta, es uno de los últimos canales de expresión libre, global y verdadera que todavía nos quedan». Benedicte es de los que sigue «ere que ere», reivindicando una nueva poesía social. «Sí. Aunque en este caso la denuncia de las condiciones políticas, tanto por cuestiones lógicas como de necesidad, pase a ser de condiciones económicas. Sin embargo, la reivindicación de la libertad sí que sigue siendo muy parecida. Hoy por hoy, el dictador hace las funciones de un jefe de personal y existe más censura previa frente a la máquina de café de una oficina que en las columnas de opinión de un diario de los años 50». ¿Un nuevo Auschwitz en el corazón del prepotente Occidente? ¿No estaremos exagerando, amigo Benedicte? «No, ni mucho menos. Basta con entrar en una de las abarrotadas oficinas de empleo de España para constatar que se trata de una parábola de lo más acertado. Es allí, en su interior, donde se percibe esa especie de holocausto cotidiano en el que seguramente acabemos todos por dejarnos engullir. Aun así, exagerar es, o debería ser, el primer mandamiento del poeta que pretenda ir más allá de un mero juntaversos».

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