Hazte premium Hazte premium

«Quiero volver a sentir la sensación de que estoy jugando»

El Centro Dramático Nacional estrena el próximo juves en el teatro María Guerrero su nueva producción, «Realidad», de Tom Stoppard, que protagoniza el actor Javier Cámara

«Quiero volver a sentir la sensación de que estoy jugando»

Cinco minutos con Javier Cámara bastan para tomarle aprecio y simpatía. Tiene una conversación arrolladora y apasionada, abierta... Sus explicaciones buscan a menudo la complicidad del actor, y reproduce con diálogos vertiginosos sus propios pensamientos. Bulle su cabeza y desordena sus palabras, quizás porque el personaje de Henry en la obra «Realidad», de Tom Stoppard, le tiene fascinado: «¡Es que me gusta mucho!», se defiende. Con esta función, que dirige Natalia Menéndez y que se estrenará este próximo jueves, Cámara se subirá por vez primera al escenario del teatro María Guerrero. «Es un lugar perfecto; el escenario, el equipo... ¡Uf! ¿Cómo no he venido antes? A veces pienso: ¿Quién soy yo para estar aquí? Hay un peso en esta sala... Veintitantos años después de estudiar Arte Dramático, estoy en el María Guerrero».

-Ahora lo disfrutará más...

-Sí, sí... Ya se me ha pasado esa época en la que me responsabilizaba demasiado. No es que ahora me lo tome en broma, no... Cada trabajo es una gran responsabilidad, pero quiero volver a jugar, a sentir esa sensación, y para eso no hay nada mejor que enfrentarse a un público todos los días. Ahora hay que esperar que la gente disfrute.

-¿Se siente como si volviera a un primer amor?

-Totalmente. Y es que al teatro se vuelve, el teatro es como un hogar. La gente te lo pregunta así: ¿vuelves al teatro?, como si volvieras a casa. Aunque también se emplee para el cine y para el teatro, la expresión «volver al teatro» tiene un significado más... maternal.

-¿Cuánto tiempo hace que no pisa un escenario?

-Más de seis años. Fue con la obra «Como en las mejores familias». Pero es que entre esa obra y la anterior habían transcurrido ocho años.

-¿Y por qué tanto tiempo?

-Uno no puede elegir su carrera. Cuando estaba en la Escuela de Arte Dramático ya me lo advertían: es la carrera la que te va a elegir. Y yo soy un claro ejemplo. Tengo la suerte de hacer, de vez en cuando, como si eligiera, pero en el fondo los trabajos te eligen a ti.

-¿Tienen que ser los proyectos de teatro mucho más apetecibles que los de cine o televisión para aceptarlos?

-Todos los proyectos de teatro en los que me había involucrado duraban más de un año a causa de las giras. Y siempre he parado todo lo demás; el teatro te obliga a parar. En el cine son dos meses de rodaje y dos de preparación. En la televisión haces unos capítulos, o firmas seis meses... Intentas controlar el tiempo, aunque es incontrolable. El tiempo te domina a ti. No hay nada más atrayente para un actor que el que un director le diga: «¿Por qué no haces esto? Yo creo que te conviene, porque nunca has hecho nada parecido». Eso te hace desearlo, es un reto irrenunciable. Y nos convence. Por lo menos a mí.

-Y por eso está aquí, haciendo esta función de Stoppard.

-Era imposible decir que no. Tom Stoppard, el María Guerrero, Natalia Menéndez, que me dirigió en su proyecto de fin de carrera de la Escuela de Arte Dramático, y con la que no había vuelto a coincidir. Natalia es una mujer con mucho peso, que sabe lo que hace y quiere hacer cosas; que quiere domar una bestia, que es un grupo maravilloso de técnicos, de actores, con una obra de un gran autor. Y puede con esto, no se le hace grande en ningún momento. Eso es fundamental para mí; cuando el que está en la proa está seguro y grita: «¡Por aquí, seguidme!», yo voy con ese. Ahí hay que meterse a muerte, al cien por cien.

-Ésta es una obra en la que se entra a cien por hora y ya no se baja de esa velocidad...

-Nunca, nunca... Y mi personaje es un huracán. María Pujalte y yo acabamos los ensayos agotados. Tiene un humor muy británico, esa cosa inglesa de: «Perdona, disculpa que te moleste, pero voy a matar», y no mover ni una ceja... Nosotros los latinos somos de otra manera, pero Natalia nos ha dicho que ahora esta obra es nuestra y la tenemos que disfrutar.

-Hay escenas que son un duelo en el que no se sabe quién va a disparar primero.

-Es que Stoppard está hablando de amor, de deseos, de desamor, de hasta dónde es capaz uno de llegar por amor. Pero al tiempo habla de sus temas de siempre: del compromiso político, de la escritura... Dice cosas maravillosas de las palabras. Es una obra donde no escribe tanto de esa parte existencial que hay en otras obras y se centra más en los sentimientos primarios del ser humano.

-Se ha dicho que es su obra más personal y que en ciertos aspectos es autobiográfica.

-Es su obra más autobiográfica. Stoppard se hace preguntas constantemente, y se hace las mismas preguntas que nos hacemos todos. Y claro, lo que dice nos toca a todos, como los pequeñoburgueses en que nos hemos convertido. ¿Hay que donar dinero a Médicos sin Fronteras para Haití? Pues ahí van doscientos, trescientos euros, y ya hemos cumplido. Stoppard se cuestiona a sí mismo, nos cuestiona a nosotros.

-El teatro como espejo de la realidad...

-Una persona que vio uno de los ensayos me dijo, refiriéndose a la primera escena, en la que un hombre descubre la infidelidad de su mujer porque ella se deja el pasaporte en casa: «A mí me pasó exactamente lo mismo. Me enteré porque me dijo que se iba de viaje y se dejó el pasaporte». Stoppard dice cosas muy inteligentes, usa esas palabras que a todos nos gustaría usar.

-Su personaje, que en teoría es el propio Stoppard, es muy real, tiene mucha carne.

-Sí, le están pasando cosas permanentemente. Y Stoppard no da puntada sin hilo. La función que está escribiendo mi personaje se titula «Castillo de naipes», y eso es lo que está siendo su vida, un castillo de naipes que se está derrumbando. A Stoppard le pedían que escribiera sobre el amor en los foros de internet, le decían que se dejara de tanta filosofía y tanta política. Y él les hizo este regalo.

-Las pasiones humanas son el mejor ingrediente para una obra teatral.

-Stoppard escribió esta obra para conocerse, la escribió a calzón quitado, y a calzón quitado hay que interpretarla.

-¿A usted le está sirviendo también para conocerse mejor?

-Sí, esta obra sí... Y está siendo también, sobre todo para los actores más maduros, como una catarsis. Hay mucha tensión... Es una obra que en realidad funciona sola, Stoppard es un genio.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación