«Shoah, el crimen perfecto»
«Shoah no es un documental histórico que trate sobre los supervivientes -afirmaba ayer su autor, Claude Lanzmann al presentar este ciclo en el Cine Estudio del Círculo de Bellas Artes-. Sino sobre la muerte en los campos de exterminio y además establece la diferencia ... entre éstos y los campos de concentración. Es una película en la que no se ven cadáveres, porque en los campos de exterminio no los había. A los deportados se les gaseaba nada más llegar; primero se enterraba los cuerpos y luego se racionalizó el proceso y comenzaron a incinerarlos. Pero los huesos grandes, como los maleolos, no se reducían a cenizas, por eso los machacaban con martillos hasta hacerlos polvo que se tiraba a los ríos cercanos. Era el crimen perfecto».
Las fotografías y películas que hemos visto con muertos apilados «fueron realizadas cuando los aliados liberaron los campos de exterminio, localizados todos ellos en Polonia, como Treblinka. Pertenecían a supervivientes (término inadecuado, porque fueron prisioneros que volvieron de la muerte, ya que habían sido «seleccionados» para morir) y que murieron debido a la desorganización, al hambre o a epidemias de tifus tras la liberación. El caso de Auschwitz es distinto, porque compartía la doble condición de campo de concentración y de exterminio».
A lo largo de las nueve horas de proyección aparecen tres tipos de personajes: «Judíos que retornaron de la muerte, los verdugos nazis (a los que he filmado sin que ellos lo supieran, los detalles de cómo fueron engañados para que hablaran los refiero en el libro que pronto publicará en español Seix-Barral) y los testigos polacos», algunos de ellos tan abyectos que confiesan haber tirado cacahuetes a los deportados porque eran como monos...
¿Cómo acuñó Lanzmann el término Shoah, por el que ahora conocemos al Holocausto? «El exterminio fue un hecho sin precedentes. La Historia ha sido muy cruel, se han producido hechos terribles, pero los nazis dieron un salto cualitativo. Tardé 12 años en realizar esta película y la llamaba «La cosa» porque no sabía qué título darle. En la Torá se cita varias veces la palabra Shoah, que puede traducirse como «catástrofe». Es cierto que dársela al exterminio judío es incompleto, pero yo la elegí porque no comprendo el hebreo. Era una palabra opaca. Me preguntaron que qué significaba y yo dije: «No lo sé y quiero que no se entienda»».
El antisemitismo viene de lejos y aún sobrevive. Cuenta Lanzmann que cuando se intentó proyectar en Hamburgo Pourquoi Israël a instancias de un grupo de izquierda, otro de extrema izquierda, vestido con uniformes del Tsahal, hizo un checkpoint y retó a los que hacían cola a que si querían pasar tendrían que pelear. Y hubo una batalla campal». Y contó que en Madrid, en 1985, «un grupo de extrema derecha, vestido con uniformes nazis y toda la parafernalia negacionista amenazaba a los espectadores y que luego una falsa alerta de bomba impidió la proyección».
Por último, repudió La vida es bella de Roberto Benigni «porque allí no era bella» y de La Lista de Schindler dijo que «no es seria. Admiro a Spielberg, es un gran director capaz de todo, pero utilizó partes de Shoah sin reflexionar mucho sobre ella», concluyó.
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