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Munilla, aclamado por los fieles con una ovación de ocho minutos

El pueblo acogió hoy la toma de posesión de monseñor Munilla como nuevo obispo de San Sebastián con un intensa ovación —de casi ocho minutos— poniendo así calor al clima gélido con el que le había recibido a priori su tierra guipuzcoana, cubierta de norte a sur por la nieve. Durante la solemne ceremonia, el nuncio Fratini recordó el carácter universal de la Iglesia, también la vasca, y el nuevo prelado donostiarra, que admitió sentirse presionado, pidió unidad pero, al mismo tiempo, reclamó al clero guipuzcoano «obediencia a las orientaciones» del Papa. En varios momentos de la liturgia, Munilla no pudo contener la emoción y lloró, por ejemplo, cuando los coros y los fieles, en perfecta comunión, entonaron el «Gure Aita» (Padre Nuestro) o cuando varios de sus familiares subieron al altar para abrazarlo.

Al final, el frío se tornó en calor. Calor humano. La catedral del Buen Pastor se abarrotó de fieles para recibir a su nuevo pastor. Muchos procedían de fuera, especialmente de Palencia, donde ha dejado huella, pero la mayoría eran de Guipúzcoa.

El inicio de la Eucaristía estuvo presidida por el nuncio del Papa en España, Renzo Fratini, quien subrayó el carácter universal de la Iglesia, también de la guipuzcoana, frente a la visión excesivamente localista que algunos tienen de ella. Toda una advertencia a quienes han criticado la llegada de Munilla como una injerencia externa que puede liquidar la línea marcada por la diócesis en los últimos treinta años. Fratini hizo también una llamada a la unidad y a la «concordia mutua» vistas como «un don del Espíritu Santo». Dicho esto, volvió a lanzar una advertencia a aquellos curas que se han rebelado contra monseñor Munilla, incluso antes de que tomara posesión, cuando en su intervención llamó a «postergar los prejuicios», más injustos si cabe cuando se tienen hacia personas a las que aún no se ha visto actuar.

Setién, ausente

Le precedió en su intervención monseñor Uriarte quien, en un tono conciliador, quiso mostrar su «lealtad» a su sucesor en el cargo. «No te faltarán en esta misión mi cercanía, mi lealtad, mis oraciones y, si fuera necesario, mi consejo», añadió Uriarte, quien reveló que ha pasado «largas horas» con Munilla analizando la situación de la Diócesis.

Una vez que el nuncio le impuso la mitra y el báculo, Munilla se convirtió oficialmente en el nuevo obispo de San Sebastián. Fue, sin duda, el momento más emotivo de la ceremonia porque los fieles prorrumpieron en una intensa y calurosa ovación que llegó a romper el protocolo. De hecho, pese a los requerimientos de la sacristana, lejos de apagarse, los aplausos cobraron mayor intensidad y se prolongaron cerca de ocho minutos. Pudieron haber sido diez, doce, quince… si no llega a ser porque el propio Munilla pidió que concluyeran con un humilde «vamos a recogernos». La treintena de cardenales, arzobispos y obispos, entre los que no se encontraba el emérito Setién, también aplaudieron, aunque con menos intensidad. Entre los sacerdotes presentes, unos aplaudieron, otros no.

Ya como nuevo obispo, Munilla ofreció una homilía en tono conciliador, con reiteradas llamadas a la unidad de la diócesis, pero también a la obediencia. «Me presento ante vosotros pobre y humilde, con la inevitable sensación de que las expectativas que muchos de vosotros podáis tener son muy superiores a lo que quepa esperar de mí», dijo. Para explicar que le pesa la responsabilidad, entre otros motivos, por la presión existente, el nuevo prelado recurrió al relato que escuchó en boca de otro obispo, referente a la solicitud de un hombre «débil y enfermo» para tener una audiencia con el Santo Padre. Después de tantos controles y requerimientos para que no entretuviera demasiado al Papa, el buen hombre pudo presentarse ante el sucesor de Pablo y al ver su rostro, sólo acertó a balbucear: «¡Papa! ¡Pupa! «A buen seguro que habéis entendido la intención de mi pequeña broma... —explicó Munilla—. La presión que se genera en ciertos momentos es muy grande. Por ello, quiero pediros a todos vuestra comprensión ante mi pequeñez, al mismo tiempo que vuestra buena voluntad en la acogida de las palabras de este pastor de la iglesia». «El factor mediático, tan influyente en nuestros días —insistió—, contribuye fácilmente a construir castillos en el aire, a ver gigantes donde sólo hay molinos, a engrandecer a quienes, lejos de ser supermanes, tan sólo son unos peregrinos más en el camino de la vida; o tal vez, a juzgar como demonios a quienes simplemente comparten nuestra misma condición pecadora».

Las referencias a la unidad, dirigidas especialmente a los curas que se mostraron hostiles a un nombramiento, las expresó Munilla en euskera. Por ejemplo, cuando aseguró que «me presento ante vosotros con pleno deseo y disposición de trabajar en nuestra Iglesia diocesana de forma que todos juntos sirvamos a Cristo, nuestro Señor». «Caminaremos juntos —añadió—, creciendo en comunión entre nosotros, en plena apertura y obediencia a las orientaciones de nuestro querido papa, Benedicto XVI».

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