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Bauhaus

LA tumba de Maimónides, en Tiberíades, se alza sobre uno de los numerosos promontorios que dominan el mar de Galilea. Es un modesto mausoleo de piedra parda, semicilíndrico, de poco más de un metro de alto, en mitad de una plazoleta circular coronada por una ... especie de cúpula hecha de vigas de hierro a la vista. Nada espectacular, si se considera que alberga los restos del más grande de los pensadores judíos de la Edad Media (nacido, por cierto, en Córdoba, hacia 1135). El judaísmo recela de los cultos sepulcrales, en los que ve un atisbo de idolatría, y ello explica que el lugar no sea frecuentado salvo por algún turista ocasional, como es mi caso. Al abandonar la plazuela, por uno de los accesos laterales, lo veo, de repente, al otro lado de la calzada. Un edificio de dos plantas, viejo y deteriorado, enteramente realizado en cemento, lo que muchos llamarían despectivamente una caja de zapatos. Me sorprende encontrarlo tan al norte, o sea, tan lejos de Tel-Aviv, en cuyo paisaje urbano encajaría a la perfección, pero me digo que a Maimónides, un filósofo aristotélico que amaba la razón, no le habría disgustado saber que un oscuro arquitecto del siglo XX construiría, en las inmediaciones de su casa para la eternidad, una casa temporal ajustada a pautas racionalistas y a geometrías rectilíneas.

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