Domingo , 13-12-09
Agravio. Humillación, menosprecio o aprecio insuficiente. Trato desigual a quien cree tener el mismo derecho a algo en determinada situación. Mientras dilucidábamos el fin del mundo con la madre de todas las fusiones financieras, las urgencias y los apretones de responsabilidad en las tripas socialistas por que no se diera al traste la operación, contrastaban con el silencio en un nuevo revés a la moral de Córdoba.
El esperpento del pago de la llamada «Deuda Histórica» por parte del Gobierno central a Andalucía con solares (algunos de la Expo´92) dejaba en el olvido más absoluto por enésima vez a Córdoba, que además de en el mapa regional, también reza en el Estatuto Andaluz y su Disposición Adicional Segunda.
Todas y cada una de las provincias andaluzas, salvo Málaga y Córdoba, tendrán solares para que la Junta, convertida en corredor de fincas al uso, explote la gallina de la especulación y el ladrillo al objeto de sacar el mayor dinero y paliar el agravio histórico en servicios básicos e infraestructuras de nuestra comunidad.
La broma tiene una cifra en la factura cordobesa: 86 millones de euros. Obras y equipamientos presupuestados en 2009 y 2010, heredados del Génesis, y cuyos fondos están supeditados al pago de la «Deuda Histórica». La Ronda Norte, la ampliación del Hospital Reina Sofía y los comarcales de Pozoblanco y Cabra; centros de salud, colegios, la Universidad de Córdoba, y otras carreteras pueden seguir durmiendo el sueño de los justos. Sin solares no hay pasivo que liquidar, y seguiremos siendo el principal acreedor del PSOE, pese a que en la moral de éste apenas golpee la nueva patada en el trasero.
Por cierto, qué paradoja más grande que la Junta socialista tire ahora del ladrillo para enjugar la dichosa deuda mientras enaltece la economía (in)sostenible frente a la burbuja inmobiliaria, el eje del mal. Ecologistas y corredores de fincas a la par, qué arte más grande Dios mío.
El permanente agravio hacia Córdoba de la Junta, y más concretamente de su timonel socialista, no es nuevo como ya saben. Nació aquel día que mientras en todos los ayuntamientos lucían el puño y el capullo, en Córdoba, la hoz y el martillo forjaban la travesía sobre la Transición y tejía su tela de araña en la ciudad por tres décadas en la posteridad. A Córdoba capital, el omnímodo poder socialista que todo lo abarca no le ha perdonado ese pecado original y mortal. Y pese a poner toda la carne en el asador, o eso al menos se fingía ante la opinión pública, para cambiar la situación, ha viajado de fracaso en fracaso hasta el fracaso final. Y como volante ante tan desastroso camino, sólo una obsesión: el bloqueo, el palo y la zanahoria y el castigo divino. A tal extremo ha llegado la desesperación y frustración -por cierto, de la que pocas responsabilidades se han depurado-, que el impotente chantaje ha sido moneda corriente. Como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer, más vale un pacto de perdedores para evitar cambiar el statu quo de IU que un higiénico cambio de aires y estructuras en pleno siglo XXI con el PP.
Y de esa deuda perenne, parida desde el fragor político, se han multiplicado los efectos del agravio en terrenos socioeconómicos. La brecha del paro crónico. La nula apuesta logística durante tantos y tantos años. La distancia en la renta. En el motor económico. En la calidad asistencial o educativa -por no hablar de los estrepitosos indicadores de fracaso escolar-, en definitiva, en la apuesta por una ciudad y un territorio.
Sin Cajasur ni Rosa Aguilar, convertida en musa Scorsese («Una de las nuestras»), el diputado «cordobés» Griñán, que preside la Junta de Andalucía, o el palmeño Rafael Velasco, que manda en el aparato, encaran un páramo llamado Córdoba en el agónico asalto final a su vieja «deuda histórica». A los cordobeses, entretanto, apenas nos queda apelar al cobrador del frac para que les persiga en cada acto, por lejano que sea el confín que los acoja, y les recuerde desde su rictus de témpano y oscuridad, que paguen lo que nos deben. Con dinero, solares... y dignidad.
fjpoyato@abc.es

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