Se acaba el año y empiezan las listas

Las listas de elegantes están hechas para que nos partamos de risa. También nos partimos de risa cuando nos acordamos de lo que dijo Cecil Beaton cuando le preguntaron qué era la elegancia. «Agua y jabón», soltó el distinguido fotógrafo y diseñador de vestuario (entre otros, hizo el de «My Fair Lady»). Agua y jabón, seguro. La lista de «¡Hola!», supongo, también está hecha para llamar a la indignación y para que votemos mediante un 905 o un sms a la menos espantosa, no vaya a salir Estefanía de Mónaco. Juro que entre las 30 señoras propuestas por la revista como mujer más elegante está Estefanía de Mónaco (al parecer, como resultado de las votaciones semanales en hola.com). A veces nos da por matizar, con razón, que no es lo mismo ser elegante que ir bien vestido (Eva Perón iba bien vestida, pero elegante...). A la princesa monegasca no la metemos ni con vaselina y un martillo pilón. En ninguna de las categorías. Si acaso en una para mujeres (y hombres) de hombros como armarios.

Si la propuesta de la revista española es de «la mujer más elegante», el palmarés ya definitivo del «Elle» francés (con jurado) es de «las mujeres mejor vestidas». Entre las treinta propuestas de la publicación española y las cuarenta y seis finalistas de la francesa sólo hay tres nombres que coinciden (o cuatro si contamos que Carlota Casiraghi sale, al modo del «Vanity Fair», como miembro de una pareja, la formada con Alex Dellal).

Las damas coincidentes son Carla Bruni, Penélope Cruz y la Princesa Letizia. Como han dividido a las elegidas en categorías, a Doña Letizia la han incluido, igual que a Carla Bruni, en «Política Chic», donde ha ganado Michelle Obama (????), cuyo mayor mérito ha sido imponer la rebeca como uniforme de first lady. De Letizia D´Espagne sólo afean «la mala elección de zapatos», a la vez que señalan su parecido con Laurence Ferrari, el bellezón de la televisión francesa.

En el «¡Hola!» no hay sección política donde meter nuestras ségolénes (sale Sonsoles Espinosa). De todas maneras, a la vista de algunas propuestas (no de ley) en la selección general (Elena Tablada, ¿en serio?), dudo mucho que llegara a despuntar Cristina Garmendia, la única de nuestras políticas que podría estar en una lista de elegantes y , sobre todo, en una de bien vestidas. Pero como lo de la revista española todavía no ha cuajado, voy con la francesa, que corona a Penélope Cruz como la mejor vestida en las alfombras rojas y de quien dicen que es la perfecta ilustración del sexy sutil.

O sea, todo lo contrario de la «bomba sexy», que es otra categoría (la encabeza Scarlett Johansson). Pero mi sublista favorita es la de las «it girls», esa tontería que califica a unas pocas jóvenes marcadoras de tendencias. O al menos a unas que son lo más para las revistas de moda. Es la categoría más efímera. Aquí gana Elettra Wiedemann, la hija de Isabella Rosellini y nieta de Ingrid Bergman. Por detrás, Dree Hemingway, la hija de Mariel. O Taylor Momsen, la pobre de «Gossip Girl», la que vive en Brooklyn.

Es verdad que a veces «it girl» viene a significar petarda del siete. Ejemplo. Taylor Momsen tiene algunos toques espeluznantes de Mary-Kate Olsen (también en las listas). Hay un cierto nivel de mamarrachismo en algunas marcadoras de tendencias que da la razón a Saki, el escritor satírico, cuando decía que algunas personas han nacido con un sentido de cómo vestirse, que otras lo adquieren y que a otras parece como si les hubieran arrojado la ropa encima.

Me pregunto si en España gastamos «it girls».

Mamarrachas nos sobran, pero it... No sé. En cualquier caso, me alegro de que Tamara Falcó esté entre las treinta de «¡Hola!». Si no es «it girl», será «it Preysler». O «it pija». Me cae tan bien que me pasa como a Pla (que citaba a Joubert): cuando un amigo mío es tuerto lo miro de perfil. Y encima es de agua y jabón.