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Zelaya, cada vez más solo

Manuel Zelaya habla desde la Embajada de Brasil en Honduras después de que el Congreso rechazase restituirle en el cargo de presidente / AP

El depuesto presidente hondureño, Manuel Zelaya, entraba el pasado 21 de septiembre en la embajada de Brasil en Tegucigalpa junto a más de 300 personas y con el apoyo unánime de la comunidad internacional. Poco más de dos meses después, a “Mel” lo acompañan en la legación diplomática apenas veinte de sus fieles. En el Congreso, 111 diputados le echaban la última palada de tierra a su cadáver político, votando en contra de su restitución (14 lo hicieron a favor y otros 3 se abstuvieron). Y el mundo comienza a reconocer, o a plantearse hacerlo, el triunfo electoral de Porfirio Lobo en las elecciones del domingo.

Los cuatro informes solicitados por el Parlamento (a la Fiscalía, la Procuraduría, la Corte Suprema y el comisionado de Derechos Humanos) se oponían al retorno de Zelaya al poder. A las puertas de la Cámara, apenas dos centenares de “resistentes” clamaban por lo contrario.

Mientras, Estados Unidos, principal aliado comercial de Honduras, ya ha dado validez a unos comicios que llevarán el próximo 27 de enero a la Presidencia a Porfirio Lobo. También lo han hecho Perú y Panamá. Y, más significativamente aún, Costa Rica, después de que su presidente, Óscar Arias, fuera uno de los principales valedores de Zelaya.

La OEA también comienza a añadir matices: Aún quedan “obstáculos importantes” para la reconciliación nacional, dijo su directora del Departamento de Asuntos Internacionales, Irene Klinger. Y la UE ha calificado como un “paso significativo hacia delante” las recientes elecciones. Aunque, también, señalaba que “el resultado de las deliberaciones del Congreso hondureño no parece que vaya a facilitar una solución a la crisis política en el país", en palabras de Lutz Güllner, portavoz de la nueva jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton.

“Mel” asegura que permanecerá en la embajada de Brasil hasta la investidura de Lobo. Este ha insistido en que el futuro de la nación pasa por el diálogo con todos los sectores, incluido el propio Zelaya. Pero día a día cobra fuerza la opción de un futuro en el exilio para el derrocado mandatario. En Nicaragua, en Brasil o incluso en la propia España.

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