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Donde viven los monstruos

Contaba Paul Naschy que la mejor manera de borrar a los fantasmas y vampiros de su infancia de posguerra ("tiempos de fielatos, estraperlo, pan de borona, boniato y achicoria") fue a base de enfrentarlos a otras criaturas tanto o más sobrenaturales que salían de la ... gran pantalla. Bueno, más bien de medianas estilo la del cine Iris, local de reestreno de poca monta donde, allá por 1942, vio "Frankenstein y el hombre lobo", una de las películas que le inocularon el gusanillo fantaterrorífico a desarrollar durante los siguientes sesenta y pico años. Lo mejor de todo, al menos para el que suscribe, es que lo contó en el prólogo de mi primer libro, "Bela Lugosi. Drácula vampirizado", dándome así la alternativa en el ruedo literario como mandan los cánones y por la puerta grande. Supongo que en todos estos años me he empeñado en alcanzar al menos la suela de tales zapatos de siete leguas, así que también son ganas de pelear contra gigantes ultraquijotescos.

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