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Los economistas españoles como predicadores

Son estos momentos casi decisivos por lo que se refiere a la realidad económica española. Es evidente que una evolución muy grave de ésta convertirá en tensísima la situación de nuestra sociedad. Y como es natural, los ciudadanos tienen que recibir información cabal sobre ello para poder, de modo firme, exigir alteraciones en la política económica que se sigue. Los economistas venimos haciendo desde hace mucho tiempo estudios y análisis que, de modo rotundo, exhiben dónde residen los errores, y por dónde, por ello, debe ir la enmienda de algo tan grave. Pero esto no puede quedar en simples aportaciones que, por supuesto, se publican, pero como se hace en órganos especializados, no tienen el impacto que sería obligado. De ahí la necesidad de apelar a los medios de comunicación para que esa ciudadanía conozca lo que los expertos señalan. En España no desdeñaron, por ejemplo Olariaga desde las columnas de «El Sol», o Torres desde «Las Provincias», o Bermúdez Cañete y Larraz desde «El Debate», subrayar qué disparates se incubaban en la política económica que se desarrollaba entonces. Y más recientemente, en relación con la política impositiva, ¿cómo olvidar las campañas de Fuentes Quintana en «Arriba» frente a lo que parecía algo definitivamente consagrado, pero cuyos males padecíamos? O ahora, ¿cómo dejar a un lado artículos tan importantes como el de Fernando Fernández o Lorenzo Bernaldo de Quirós en «ABC»?

Todos ellos acudían a lo que la ciencia económica señalaba, y con citas contundentes de autoridad aclaraban dónde estaba el veneno y qué triaca era oportuna. Olariaga aludía, por ejemplo, al «Tract on Monetary Reform» (1923) de Keynes, o recientemente Bernaldo de Quirós a un trabajo de Alesina y Ardagna, «Tales of Fiscal Adjustment» (NBER, 1998). Por eso es lógico, en estos momentos en que unas nuevas medidas económicas pueden ponerse en marcha para 2010, acudir a algunos destacados profesores españoles.

El 10 de noviembre de 2009 ingresó en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, en la medalla número 11 que había tenido Enrique Fuentes Quintana y antes José Larraz, el catedrático de Fundamentos del Análisis Económico, Alfonso Novales Cinca. Leyó, como discurso, uno titulado «Datos y modelos en el análisis de política macroeconómica». Constituirá, de ahora en adelante, un trabajo de obligada referencia para los economistas españoles. Entre otras mil cosas interesantes de su intervención, como aún nos encontramos en pleno debate presupuestario, no es posible ignorar la crítica implacable que en las páginas 60-61 hace al «borrador presentado y debatido» en las Cortes de la Ley de Presupuestos de 2009. La base de la crítica, esencialmente, se encontraba que «lamentablemente, las autoridades económicas añaden confusión... proponiendo como su escenario más verosímil lo que es, en todo caso, un «deseo», pero no una previsión obtenida como resultado de un riguroso análisis de la información estadística disponible, ni tampoco un «objetivo» cuyo logro resulta creíble». Como consecuencia, estas cifras que se incluyen en el documento presupuestario «se separan tanto del rango de previsiones considerado por los distintos analistas que, salvo que aceptemos que el gobierno dispone de métodos de previsión distintos al resto de los analistas privados de información propia muy relevante, o de una excesiva confianza en el poder de los instrumentos de política económica a su alcance, no cabe sino considerarlos como «deseos»».

Esa situación se repite en estos momentos. Dos importantes expertos, Juan José Rubio Guerrero, catedrático de Hacienda Pública de la Universidad de Castilla La Mancha y Santiago Álvarez García, profesor titular de la misma materia en la Universidad de Oviedo, en su aportación «Cinco años sin rumbo en la política fiscal» (Papeles FAES, 29 octubre 2009) señalan cómo la previsiones para el año 2010, son tan desalentadoras como las que de modo tan claro mostraba, para las del año 2009 el profesor Novales, porque para el año próximo 2010 «el déficit se situará en el entorno del 12,5% del PIB. Estas cifras superan ampliamente las de la crisis económica de 1993, en que se llegó a un déficit del 7%... Sin embargo... el Gobierno ha realizado de nuevo unos cálculos excesivamente optimistas en los que se plantea un incremento en los ingresos tributarios totales respecto a los que se espera recaudar en el ejercicio 2009 de algo más de 11.000 millones de euros, sin que la evolución de la actividad económica lo justifique... Ante esta situación, un Gobierno que no se negara a ver la realidad aplicaría un programa de consolidación presupuestaria con un drástico recorte en el gasto público». Esto es congruente con este párrafo del valioso trabajo de José Félix Sanz Sanz -de la Universidad Complutense de Madrid-, Desiderio Romero Jordán -de la Universidad Rey Juan Carlos- y Juan Manuel Castañer Carrasco, «Una nota sobre el impacto recaudatorio y distributivo de las medidas de reforma de IRPF e IVA incorporados en el Proyecto de Presupuestos Generales del Estado de 2010», publicado en «Cuadernos de Información Económica», septiembre-octubre 2009 donde se lee: «En esta breve nota se confirma que las estimaciones sobre las ganancias de recaudación esperadas con las reformas del IRPF e IVA se encuentran sobrevaloradas en más de un 30%».

Por supuesto, de inmediato surge una duda creciente, que justifica el que aparezcan demagogias y populismos. En su famoso ensayo «El Economista como predicador», el premio Nobel de Economía, George J. Stigler concluía: «La principal lección que extraigo de nuestra experiencia como predicadores es que los economistas somos bien recibidos en la medida en que predicamos lo que la sociedad desea oír». Y lo que he señalado sobre el futuro económico y nuestro presupuesto para 2010 ¿es lo que los españoles desean oír? Como decía Azorín, «he ahí una interrogación formidable».

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