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Insostenible Zapatero

CUANDO le vienen mal dadas, cuando las circunstancias no le resultan favorables y tiene el zurrón vacío de remedios, José Luis Rodríguez Zapatero se homenajea a sí mismo. Es un tic. El de este último fin de semana fue grandioso. Una eructación de vanidad que, por su insistencia, empieza a resultar risible. Todo a mayor gloria del conducator que, para no desentonar, convierte en extraparlamentarios asuntos y planteamientos impropios de un mitin partidista. El señor de los eslóganes habla siempre de energías renovables, pero sin atenerse al debate nuclear; de educación de calidad, pero instalado en la complacencia y el rechazo de la excelencia; de I+D+i, pero sin la previa promoción del talento y acaba de parir la «Economía Sostenible», todo un cambio del sistema productivo, sin un pacto previo con los sindicatos que le tienen secuestrado y sin dar la batalla por unas nuevas relaciones laborales que, con el rigor y la transparencia financiera -ausentes-, integran la medicina necesaria para salir de la crisis estructural de nuestra economía y el único bálsamo que puede aliviar las llagas del paro.

Inmerso en la confusión de ideas que le caracteriza, acompañado por los suyos y de espaldas a la realidad, como acostumbra, Zapatero anunció un proyecto de Ley que aprobará el Consejo de Ministros del próximo viernes como quien anticipa una verbena. Ya es conocida la escasa vocación parlamentaria del líder socialista, pero tampoco es cosa de humillar a la teórica sede de la soberanía popular. Ni tan siquiera después de aceptar que la partitocracia haya relegado la representatividad a un plano litúrgico y formal. ¿Qué invento es ese de la Economía Sostenible? Ni la ciencia ni la política económicas reseñan un concepto que parece un híbrido entre el Desarrollo Sostenible, algo ecológico, y la competitividad productiva, algo inalcanzable para quien, siempre en fiebre electorera, trata de hacer tortillas sin romper huevos. La sostenibilidad económica, que es un pleonasmo, exige para su pretensión el rigor arbitral de un Gobierno frente a los llamados agentes sociales y un profundo debate que acorte distancias entre las distintas posturas existentes y acelere la demanda social por un modelo que viene dado, en parte, por Bruselas y, en lo demás, por los usos y costumbres del mercado en el que, con esfuerzo, tenemos que operar. Algo que necesita un presidente sostenible.

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