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En defensa de los toros

DURANTE siglos, la execración de las corridas de toros, como la execración de la conquista de América, fue lugar común entre los promotores de la llamada «leyenda negra», que en esencia era propaganda anticatólica. A los promotores de la «leyenda negra» les gustaba pintar a ... Moctezuma y Atahualpa como bondadosos salvajes, aunque supiesen que en realidad arrancaban corazones palpitantes y bebían a morro sangre de la carótida de sus víctimas; pero lo que los promotores de la «leyenda negra» combatían, bajo el disfraz roussoniano, era la evangelización de América, que entre otras cosas sirvió para que los indios no compartieran el destino secular de esclavitud que los conquistadores protestantes asignaron a los negros del África. Del mismo modo, a los promotores de la «leyenda negra» les gustaba pintar al toro bravo como un animalito dulce que pastaba margaritas y madrigales en un prado, aunque supiesen que en realidad era un animal fiero y embestidor; pero lo que los promotores de la «leyenda negra» combatían, bajo el disfraz bucólico, era la subsistencia de una fiesta católica, «el espectáculo de un pueblo religioso acostumbrado por su sangre a pasearse con toda naturalidad entre el más acá y el Más Allá», que es como muy certeramente definió Agustín de Foxá las corridas de toros.

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