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Fago, de la rencilla a la tragedia

Fago, de la rencilla a la tragedia

A la entrada del pueblo, un cartel da la bienvenida al visitante despistado para recordarle la tragedia: «Aquí fue vilmente asesinado Miguel Grima Masiá». Ocurrió el 12 de enero de 2007 a eso de las 21:30 y, según las investigaciones, todo respondió a una estrategia bien planificada : el infausto alcalde de Fago se vio obligado a detener su Mercedes, a causa de unas piedras estratégicamente colocadas en una curva muy cerrada de la carretera que une esta pequeña localidad oscense y Majones. Por allí debía pasar Grima, como desgraciadamente ocurrió, a su regreso de una reunión en Jaca junto a otros alcaldes de la comarca.

Ese día, la historia de esta pedanía de apenas 30 habitantes cambió para siempre. Santiago Mainar, que hoy se sienta en el banquillo de los acusados, obligó a bajar del coche a Grima a base de golpes en la cabeza , posiblemente contra el capó del vehículo y la ventanilla del lado del conductor, ante la resistencia de la víctima. Después le disparó en el pecho con una escopeta de caza cargada con postas y arrojó el cadáver a un barranco.

En ese mismo momento, al parecer un neurólogo vasco, Ignacio Bidegain, su mujer y una niña que el matrimonio tiene en acogida vieron el Mercedes de la víctima en la cuneta, en dirección contraria a Fago y con las luces largas puestas. Pararon para intentar ayudar al desconocido, que parecía tener problemas, al ver la ventanilla del conductor rota. Sin embargo, un desconocido, con voz ronca, les ordenó que continuaran porque no pasaba nada, mientras les alumbraba con una linterna a los ojos para que no se le viera la cara. Su descripción coincidía con la de Mainar, pero no pudieron reconocerle.

Aquel crimen puso el punto y final a una rivalidad, fraguada durante años, entre el alcalde popular Miguel Grima y el guarda forestal, que hoy, dos años y medio después, ha sido condenado a 20 años y 9 meses de cárcel, Santiago Mainar .

Mainar llegó a Fago desde Montañana, en Zaragoza, y poco después se trajo de la mano a Grima, a causa de la relación que existía entre éste y la familia del forestal. Pronto, esta amistad se convirtió en una disputa irreconciliable que llegó a dividir al vecindario en dos bandos, en un pueblo como fago que, dado su escaso censo (aunque están empadronados 30 vecinos, tan sólo la mitad viven de continuo en el municipio), funciona como un concejo abierto en el que los asuntos municipales son votados por todos los habitantes en asamblea vecinal.

Las investigaciones sacaron a la luz los odios y las tensiones de un pueblo encerrado en sí mismo , con dos bandos bien diferenciados: el liderado por el alcalde, ganador de las elecciones con el Partido Popular, y su antiguo amigo el guarda forestal, que había encabezado las listas por parte del PSOE. La rivalidad política llevada hasta sus últimas consecuencias.

Sin embargo, en un pueblo tan pequeño, donde todo debería quedar casi como en familia, las disputas políticas estaban basadas en un alimentado rencor personal que llevó a Mainar, obsesionado hasta la desesperación, a descargar su escopeta de caza sobre el pecho del alcalde.

«No hubiese sido extraño que si Grima se hubiese presentado en las filas socialistas, Mainar lo hubiese hecho las populares», decía ABC para ilustrar unas rencillas en las que el guarda forestal llegó a admitir que abrió su explotación ganadera y su casa rural sólo para molestar al primer edil.

Cuando el cadáver de Miguel Grima fue hallado, al día siguiente de ser asesinado, en el fondo del terraplén junto a la curva maldita, los encargados de la investigación tuvieron pronto claro que el autor del crimen era vecino de la víctima o estaba muy relacionado con el pueblo.

Entonces se entrevistó a todos los vecinos para averiguar si había alguien que sintiera tanto odio como para llegar a cometer asesinato . Rápidamente las calles empedradas se llenaron de medios de comunicación de toda España, sacando del anonimato a este pequeño pueblo, pero lo vecinos no quieren hablar de ello. “En los seis metros que van de este banco hasta la puerta de mi casa me pararon siete periodistas y yo no quería decir nada, y venga a preguntarme”, recordaba a ABC un vecino de Fago en enero de este año.

La división que se instaló entre ellos por la disputas de aquellos dos forasteros, aún continúa. La que sigue en Fago es la viuda de Miguel Grima, que aún acude a la casa que mantiene en el pueblo, donde su vida familiar se cortó trágicamente aquel 12 de enero de 2007. A escasos kilómetros queda la granja que tenía Santiago Mainar, ahora abandonada después de que sus familiares vendieran las 53 vacas, las dos yeguas y las vacas que dejó cuando fue detenido.

La vida sigue en Fago, lentamente, y parece que el juicio que hoy comienza, con un Mainar que se declara inocente, tras confesarse culpable hace dos años –“confesé cosas absurdas para quitar presión al pueblo” –, no cerrará esta herida.

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