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Thatcher, 1989: «No queremos la reunificación»

Thatcher, 1989: «No queremos la reunificación»

«No queremos la reunificación de Alemania», «Europa no está preparada aún para la reunificación». Hace veinte años, Margaret Thatcher y François Mitterrand juntaron esfuerzos para impedir, y luego al menos ralentizar y condicionar, el proceso abierto con la caída del Muro de Berlín. Ambos acudieron a Moscú para intentar parar el curso de la historia, Thatcher asegurando que la OTAN no quería una Alemania unida, y Mitterrand ofreciendo una «integración militar» franco-soviética, de acuerdo documentos internos -sobre todo británicos, pero también franceses y rusos- hechos ahora públicos.

Para el historiador Timothy Garton Ash, los mensajes privados de Thatcher a Mijaíl Gorbachov constituyeron «un ejemplo espectacular de deslealtad a un histórico y fiel aliado en la OTAN». «Lo que dice el comunicado de la OTAN puede parecer distinto», le comentó la primera ministra a Gorbachov en Moscú en diciembre de 1989, «pero no lo tenga en cuenta. No queremos la reunificación de Alemania. Le puedo asegurar que ésa es también la postura del presidente de EE.UU.». Garton Ash califica de «muy torpe» la actitud de Thatcher: «Se equivocó, ninguna de sus pesadillas se hizo realidad. La Alemania unida no domina Europa, en ningún aspecto».

Aunque públicamente más moderado en sus formas, Mitterrand compartía la misma vehemencia contraria a una rápida reunificación. «Mitterrand cree que Europa no está preparada para la reunificación», anotó en enero de 1990 Charles Powell, principal consejero privado de Thatcher en política exterior. Poco antes, con motivo de otro encuentro, escribió que al presidente francés «le da miedo que él y la primera ministra acaben viéndose en la tesitura de sus predecesores de los años treinta, incapaces de reaccionar ante la permanente presión de los alemanes».

Thatcher y Mitterrand, según explica Denis MacShane, ministro para Europa con Tony Blair, «estaban mucho más cerca de lo que se cree». MacShane recuerda que cuando Argentina invadió las Malvinas, la primera llamada de apoyo fue del presidente galo, y eso fraguó una relación de confianza.

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