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«Las serpientes ciegas» se alza con el premio Nacional de Cómic

«Las serpientes ciegas» se alza con el premio Nacional de Cómic

«Las serpientes ciegas» tienen, sin duda, buena vista. Aparte de su éxito en Francia, ya había sido reconocida esta historieta, ideada por Felipe Hernández Cava y llevada al papel por Bartolomé Seguí, como Mejor Álbum y Mejor Guión en el Salón del Cómic de Barcelona y en los premios de la Crítica, y ayer se alzó con el Nacional de Cómic. Con una elegante estética del Nueva York de los años 30 y referencias a la Guerra Civil española -la persecución de los anarquistas, la Batalla del Ebro...-, esta historia de intriga, de tono realista y emparentada con la serie negra, tiene como protagonista a Ben Koch, un ex combatiente de las Brigadas Internacionales que busca ajustar cuentas, aunque el final, advierte Hernández Cava, es una sorpresa, una vuelta de tuerca.

El trasfondo de esta historieta sigue hoy de plena vigencia: el gran monstruo de los totalitarismos. «Los venden como seductoras utopías, pero la mayoría de ellos encierra monstruos que devoran. Presento una imagen de los comunistas tan sombría como de los fascistas. Los engranajes de los totalitarismos crean víctimas inocentes. Pero no tiene nada que ver con la memoria histórica», aclara el guionista de «Las serpientes ciegas».

Se lamenta Hernández Cava de que no haya en España una industria del cómic semejante a las que hay en Francia, Estados Unidos o Japón, donde sí es rentable, lo que ha provocado una «fuga de talentos»: «Yo vivo con especial dolor que varias generaciones de profesionales muy dotados hayan tenido que dejarlo y buscar otros trabajos para subsistir». A pesar de que cada vez tiene más reconocimiento el cómic, «aunque sea discutido por algunos», el drama del sector radica, en su opinión, en que la historieta «dejó de ser un medio de masas en los años 70; ha desaparecido la comunión con los lectores, salvo excepciones como el manga y los superhéroes. El mercado no es muy próspero en España, han desaparecido editoriales y el público juvenil se siente atraído por otros medios».

El gremio, advierte, sigue teniendo tabúes: «Estamos bajo la censura de la corrección política, que tiene elementos muy perversos. Como colectivo nos acercamos con mucho tiento. Como documentalista, sí me he acercado al terrorismo de ETA, dando voz a las víctimas, pero en la historieta apenas hemos entrado». Hay más tabúes. Ya lo vimos con las caricaturas de Mahoma. «Es un campo minado para quien quiera entrar. Yo respeto todas las creencias religiosas, pero hay mucha hipocresía: algunos ajustan cuentas con el cristianismo con dureza y sin embargo no enjuician igual al fundamentalismo islámico. Eso es perverso y dañino». Entre sus próximos proyectos, una retrospectiva de un dibujante olvidado, José Picó, en el Museo de la Ciudad en Madrid. Muchos de los fondos proceden de ABC.

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