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Bloomberg, reelegido alcalde de Nueva York tras gastar 53 millones de su bolsillo

Bloomberg celebra su victoria / REUTERS

Michael Bloomberg ganó ayer su tercer mandato como alcalde de Nueva York. Pero eso casi no es noticia. Pocos dudaban de que conseguiría la reelección a pesar del malestar que suscitó cambiando la ley municipal que le obligaba a retirarse tras dos mandatos. Pocos dudan de su capacidad para el cargo ni del poder demoledor de la fortuna que se ha gastado para seguir ocupándolo. Se calcula que ha invertido 80 millones de dólares (53 millones de euros), unos 35.000 dólares por cada hora de campaña . La sorpresa después de todo esto no es que haya ganado, sino que haya ganado por tan poco : con el 99 por ciento escrutado, su ventaja sobre su rival, William Thompson, era del 50,6 por ciento frente al 46 por ciento...por unos 40.000 votos, en términos absolutos.

Esto sí es noticia , porque las encuestas le daban márgenes de dos dígitos. Aunque William Thompson es un hombre voluntarioso y honrado y su candidatura obtuvo el apoyo de sindicatos y organizaciones clave y hasta del primer diario latino de Nueva York, La Prensa, nadie le veía en realidad como un relevo a Bloomberg. Más bien era considerado como el receptáculo de la frustración de que Bloomberg no tenga alternativa.

En una novela o en un guión de cine no se admitiría un personaje como Bloomberg. Para decirlo muy a la española, es tan perfecto que da asco. No es sólo que sea multimillonario, es que es la primera fortuna de Nueva York y la octava de Estados Unidos . No es sólo que no cobre sueldo por su trabajo como alcalde (¿para qué?) y que se desplace en metro desde su lujosa residencia en el Upper East Side al Ayuntamiento y que sea un hombre atractivo, elegante y convincente. En algunos aspectos incluso se le puede calificar de visionario.

Él ha limpiado los cielos y el aire de Nueva York del humo de los cigarrillos –la proscripción del tabaco en la ciudad es de las más duras de Estados Unidos- y en un futuro no demasiado lejano se propone limpiar también el humo de los coches. Quiere restringir el tráfico privado en Manhattan con impuestos que ayuden a mejorar el legendario pero sufrido metro. Quiere una zona verde en cada esquina y turbinas eólicas en el frontal del East River. Quiere un montón de cosas y sabe cómo conseguirlas y la gente también sabe con toda certeza que las conseguirá.

Bloomberg es el sueño de los que ven la política como el servicio público de los mejores, de los que ya lo han conseguido todo en la vida antes de empezar a mandar.

El flamante alcalde, que tiene 67 años muy bien llevados, era demócrata de pequeñito. Lo fue hasta que se convenció de que ese partido no le elegiría para ningún cargo interesante –demasiado apparatchik suelto-, y entonces se metió a republicano. Bajo estos colores ganó la alcaldía en 2001, cuando sucedió a Rudy Giuliani, y la reelección en 2005.

En 2007 se salió también del Partido Republicano y se proclamó independiente. Con lo cual dio la impresión de que estaba tomando carrerilla para una posible candidatura presidencial o por lo menos vicepresidencial. Tras analizar con lupa todos los movimientos en la arena nacional, y sobretodo el fenómeno Obama, se abstuvo de dar el salto. Decidió en cambio concentrar sus energías en cambiar la ley que limitaba sus mandatos como alcalde. Una jugada que ha dejado un mal sabor de boca en la ciudad. Pero Bloomberg alegó que la severa crisis así lo exigía: que en tiempos de tribulación Nueva York le necesitaba.

¿Cómo negarlo? Si después del 11-S terrorista tuvo su momento y su lugar el populismo sin contemplaciones de Giuliani, después del 11-S económico ha sonado la hora del pragmatismo con clase de Bloomberg. El único republicano al que han votado con gusto los liberales de Nueva York –ayuda que esté exquisitamente divorciado y que en lo tocante a temas sociales sea bastante echado para adelante- y al que se le han perdonado toda clase de idas y venidas. Tan insultantemente cualificado se le considera para el trabajo.

Y sin embargo ha ganado por la mínima. Nadie duda de que Bloomberg es el mejor pero quizás empiezan a estar un poco hartos de que lo sea. ¿Ha devenido el bloomberguismo una especie de obamismo sin alegría?

Por un lado a algunos les ha salido el voto ideológico después de muchos años: alegan que han votado a Thompson porque a fin de cuentas es el demócrata. Y los demócratas han cerrado filas en estas elecciones, con Obama bajándose de las alturas a hacer campaña y con la Casa Blanca moviendo los hilos de muchas candidaturas. A nadie se le escapa que una cascada de derrotas es el peor aperitivo de las elecciones de medio término de 2010.

O sea, que por un lado los colores han pesado más que otras veces. Con la creciente radicalización entre bandos liberales y conservadores cada vez queda menos espacio incluso mental para independientes como Bloomberg. En tiempos de paz electoral y calma chicha los independientes están bien; en tiempos de guerra nadie se fía.

¿Significa eso que se acaba el tiempo de los candidatos estelares pero narcisistas y un punto egoístas, o que vuelven los apparatchik sin imaginación? El tiempo lo dirá.

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