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La segunda inmolación de Cobo

La segunda inmolación de Cobo

Diez de la noche del 16 de mayo de 2007, estudios Buñuel de RTVE. El candidato socialista Miguel Sebastián acaba de maliciar, ante millones de espectadores, sobre las relaciones de Alberto Ruiz-Gallardón con Montserrat Corulla, imputada en la Malaya marbellí. Un colaborador del alcalde de Madrid sigue el debate en una sala vip junto a Marisa González, jefa de Prensa del Ayuntamiento. Desencajado, baja de dos en dos las escaleras que conducen al plató. Luis Fernández, presidente de la Corporación, y Ana Blanco, presentadora, tienen que intervenir para evitar males mayores. Sebastián, contento con la hazaña mediática, no pestañea; el espectador enojado responde, iracundo, con palabras gruesas (que esta periodista, testigo del episodio, se ahorra) a las ofensas del hoy ministro. Quien defiende como si del suyo se tratara el honor del alcalde -y quien llora tras la tempestad en una esquina del estudio- es Manuel Cobo Vega (Ponferrada, 1956), que el miércoles tendrá que vérselas con el Comité de Derechos del PP por defender a su jefe. La primera inmolación del fiel «Manolo», como le llama Gallardón, data de octubre de 2004 cuando disputó a Aguirre , en nombre del alcalde, la presidencia del PP de Madrid. El vicealcalde fue noqueado.

Casado con Carmen, una farmacéutica muy discreta, y padre de cuatro hijos, que van de los 24 a los 8 años, la llegada del hoy edil a la política tiene un responsable involuntario: Gallardón. Visceral desde la cuna, al joven Cobo, abogado en 1989 de la empresa inmobiliaria de la familia Camuñas, le indigna que el hoy alcalde no alcance en una moción de censura la presidencia de la Comunidad por culpa de un tránsfuga popular -Nicolás Piñeiro- y pide a un amigo común, el concejal López Collado, que convoque una comida para conocer a Gallardón. De ese almuerzo, según cuenta a ABC José Manuel Berzal, concejal e íntimo amigo de Cobo, surge un «idilio» político que dura hasta hoy. Matrimonio que es difícil de entender, a juzgar por la disparidad de ambos: Cobo es fan de la música popular (rendido a Sabina), y Gallardón es un melómano de la clásica; Cobo es socio, desde hace 40 años, del Real Madrid, y Gallardón detesta el fútbol; Cobo adora a José Tomás, y a Gallardón los toros le generan urticaria; Cobo practica el pádel y a Gallardón no le atrae el deporte ... A los dos sólo les une una afición: las motos. «Y el odio africano por Esperanza», añade un malicioso edil afín a la presidenta.

Por azares de la vida, Cobo y Aguirre, que nunca han trabajado juntos, coincidieron hasta en la fecha de la boda de sus hijos: el 26 de julio del pasado año. Ni los actos familiares dieron tregua a los dirigentes del PP, que tuvieron que optar, como un trasunto de la guerra de los populares madrileños, entre los dos convites: mientras Pío García-Escudero y Gallardón acompañaban a la hija de Cobo, José María Aznar y Ana Botella acudían al enlace del primogénito de Aguirre.

El maridaje entre Gallardón y Cobo prende cuando el segundo se luce como portavoz durante la comisión de investigación del «caso Atocha», un escándalo de corruptelas que empañó a principios de los noventa los últimos años de Leguina. Luego vendría su entrada en el segundo Gobierno de Gallardón, cuando «se hace imprescindible para Alberto», asegura Pedro Calvo, edil de Seguridad. Su espíritu kamikaze y su estilo directo seducen a su jefe, que recompensa su lealtad con cargos de responsabilidad hasta crear para él el de «vicealcalde», insólito en Madrid. Desde entonces, nadie se aproxima políticamente al regidor si antes no ha pasado por el cedazo de Cobo.

Pero además, el responsable municipal también conforta a su colaborador cuando vienen mal dadas. Como en julio de 2003, cuando el edil es objeto de graves acusaciones, que nadie pudo probar, al salir a la luz su condición de apoderado de media docena de sociedades de su padre, el empresario Cobo Calleja (hoy fallecido), titular del famoso polígono madrileño.

Grave dolencia medular

O también cuando sufre hace dos años una grave enfermedad medular, que a punto estuvo de confinarle en una silla de ruedas. «El alcalde -recuerda Berzal- estuvo pendiente de Manolo, le llamaba todos los días e iba a verle al hospital». Entonces, el número dos le pidió al número uno abandonar. «No toca», sentenció Gallardón. De Cobo los socialistas reconocen su campechanería, y alguno hasta rememora los bocadillos de calamares que se tomaba con él en la calle Mayor. De hecho, sus enemigos han extendido que el vicealcalde mantiene una amistad muy estrecha con su paisano, José Luis Rodríguez Zapatero, «y que eso explicaría muchas cosas».

De gustos sencillos, el leonés veranea siempre en un modesto apartamento que se compró en Aguadulce, donde es fácil verle degustando pizzas con sus hijos. Hace unos días se enteró, cuando comía un plato de huevos fritos con patatas, de que había sido llamado por el comité de Derechos y Garantías del PP.

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