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¿Oasis o lodazal?

LO del «oasis» no lo hemos inventado en Madrid. Lo inventaron en Barcelona, para contraponer su forma civilizada y europea de entender la política frente a la crispada y vociferante del resto de España. Ahora nos enteramos de que el tal oasis era un espejismo o, mejor, una farsa, con muy diversos actores. De entrada, los partidos, cubriéndose las vergüenzas unos a otros. Luego, unos medios de comunicación que no investigaban, y si lo hacían, no informaban, al tratarse de secretos de familia e incluso de Estado. Por último, una opinión pública que tampoco pedía explicaciones ante las cosas raras que estaban ocurriendo, porque «ya saben cómo somos los catalanes de respetuosos y discretos». O sea que, unos por otros, y la casa sin barrer. Fue como aquella denuncia del 3 por ciento que se estaba cobrando en las obras públicas, hecha por Maragall en un calentón de boca, no volvió a repetirla ni nadie ha vuelto a recordársela. Y como el Palau, de maravilla del modernismo se convirtió en caja B para distribuir millones entre lo más granado de Cataluña, con la disculpa de «fer naciò». Si bastantes de esos millones se quedaban en algún bolsillo por el camino, ¡qué le vamos a hacer! Tampoco la gente va a trabajar gratis. Pero para el sr. Millet, nada de dormir en el calabozo. A la calle sin fianza.

¿Y qué me dicen de lo del Carmel, que duró dos días en los titulares, para taparse luego echándole mucho cemento, como a la galería desplomada? Así da gusto, no como en Madrid, Valencia y el resto de España, con la matraca de los escándalos semanas y meses. No, en Cataluña.

¿Qué va a pasar con lo de Santa Coloma de Gramenet, donde han pillado a socialistas y a ex altos cargos de CiU en negocios tan poco honorables como el cohecho, blanqueo de dinero y tráfico de influencias, según el auto del juez instructor? Por lo pronto, Pujol, como oliéndoselo, aconsejaba en vísperas de las detenciones no tirar de la manta, «porque todos saldremos perdiendo», Montilla ha pedido «contundencia contra la corrupción», pero no ha tomado medida alguna. Mas ni siquiera intervino en el debate y Puigcercós habló de la crisis económica. Mientras en la prensa catalana, junto a la natural alarma en los titulares, conceptos en los comentarios que no necesitan aclaración: «prudencia», «sentido común», «evitemos ser catastrofistas» y «no nos ocurra lo que al escorpión y a la rana». Menos mal que el caso ha sido trasladado al chabacano Madrid, porque de quedarse allí, ni nos enterábamos. Lo malo es si cualquier día se cae la Sagrada Familia y nos llevamos el gran susto.

¿Cuántos Santa Colomas de Gramenet habrá en Cataluña? Imposible saberlo, pero de oasis, nada de nada, más bien lodazal, como en el resto de España. Y de hecho diferencial, sólo uno: aquí nos revolcamos en el lodo; allí, lo meten bajo la manta. Adivinen qué es más europeo.

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