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La dignidad herida

COMO los días van siendo grises y el otoño nos coloca en una dulce melancolía; como más que vivir sobrevivimos al ritmo balbuciente de la política y sus actores, les voy a recomendar una película que me ha servido para irme de la mediocridad a la excelencia de la vida que se proyecta en una sala oscura. No sabía muy bien dónde iba cuando entré al cine, pero enseguida supe que estaba ante una buena película. Lo son las que sin pretensiones ni disparates económicos consiguen que la ficción sea creíble y cercana. Se llama (500) Días juntos. Es una comedia romántica, pero no una más. Una vez preguntaron a Camilo José Cela cómo se hacía una novela, y respondió así: A quiere a B, son felices unas veces y otras no. Ahora pónganse a escribir, dijo.

Marc Webb, el director, enseña a tomar la vida con alivio y piedad, y al salir hay una sensación conmovedora un rato, atroz otro, que demuestra que las cosas que nos han pasado definitivamente en nuestras vidas son fruto de la casualidad de un instante. De modo que construir evidencias y extraer conclusiones a nuestras biografías es arriesgado, cuando no presuntuoso. Creer que existe algo perfecto entre nosotros y que está a nuestro alcance es el mayor error. No están los tiempos para el cine, y menos para asumir preguntas de este jaez: ¿Podemos seguir creyendo en el amor? ¡Qué cursilería, por Dios!

Pero salgamos del cine. Coloquemos nuestra mirada en España. Asumamos que la vida pasa y nos ofrece la posibilidad de olvidarnos un rato de eso que nos acompaña cuando abrimos un periódico o ponemos la radio. La sala oscura es ahora una calle bulliciosa llena de coches y gentes bien vestidas que se dirigen a cenar o a tomar vinos por las ilustradas tabernas madrileñas de la calle Narváez. La película ha dejado al periodista en un estado de languidez emocional, y así es, hasta que la ficción se presenta como un trasunto de nuestras vidas. ¿En qué podemos creer? Me hago la pregunta y me quedo paralizado. Pienso en las últimas noticias, la guerra por el poder en el PP en Caja Madrid, lo bien que le sienta el oficio de recadero de Obama a Zapatero (dile a Castro que si no se mueve yo tampoco, ¡qué responsabilidad, Presidente!) y recuerdo las palabras del Príncipe Felipe: «El paro hiere la dignidad del hombre». Horas antes supimos que hay en España más de un millón de familias con todos sus miembros parados. Quise volver al cine otra vez. Es lunes, España sigue contando desempleados, y la dignidad del hombre se resiente mientras nos preguntamos por las cosas que podemos creer. Mejor no hacernos daño. Que se lo pregunten otros.

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