Jesús tiene 36 años, un curriculum envidiable y una carga económica que dobla a sus ingresos. De vivir en un chalet ha pasado a depender de sus padres
¿Cómo sobrevivir con 930 euros de subsidio por desempleo cuando tus gastos medios fijos se acercan a los dos mil? «Mis padres me están manteniendo, si no fuese por ellos estaría viviendo debajo un puente». Jesús lleva diez meses en el paro, tiene 36 años y un flamante curriculum como analista de sistemas informáticos. Separado desde hace poco más de un año, este joven madrileño abona mil doscientos euros al mes a su ex mujer en concepto de manutención de sus dos hijas y la parte proporcional del domicilio conyugal «un chalet de trescientos metros cuadrados en la sierra que lleva dos años a la venta y del que me quedan por pagar 250.000 euros».
¿Cómo pasa un prometedor informático de ganar 42.000 euros anuales a disponer de una mensualidad de 80 euros para gastos?
«Al poco de separarme, tuve un derrame cerebral tras el cual en mi empresa me despidieron. Me dieron una indemnización y, desde entonces, no he logrado encontrar trabajo acorde a mi cualificación».
Un sueldo de 2.400 euros
Joven, sobradamente preparado... y en el paro. Para Jesús, encontrar un trabajo es difícil debido a su situación económica: «El sector de la informática está muy mal pero es el único trabajo que soy capaz de hacer bien, no he buscado trabajo de otra cosa», explica este joven para el que un salario mileurista no mejoraría su situación. «Si aspiro a independizarme y afrontar los gastos mensuales fruto de mi divorcio, necesitaría un sueldo de 2.400 euros al mes: con menos dinero tendría que seguir dependiendo de mis padres, que son los que pagan casi todo».
Con menos de ochenta euros al mes para gastos personales, este joven depende íntegramente de sus padres, ya jubilados. «En una ocasión que estaban ausentes de Madrid, la compañía electrica me requería una mensualidad que yo no podía afrontar y me cortaron la luz de la casa. Estuve tres semanas subsistiendo a base de leche y cereales».
Un futuro por estrenar, la sonrisa de sus hijas de siete y nueve años y la reciente posibilidad de rehacer su vida en el plano sentimental son los motores que, hoy día, mantienen la esperanza de este joven. «Estoy bastante animado: cuando pasas dos días en coma y estás a punto de morir, como me ha pasado a mí, aprendes a relativizar las cosas. No quiero dejar de sonreír: la semana que viene tengo una entrevista de trabajo».

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