Actualizado Viernes, 16-10-09 a las 18:34
El Museo del Prado inaugura el martes la primera exposición monográfica dedicada a Juan Bautista Maíno (1581-1649) un artista casi desconocido para el público, que el Prado «rescata» del olvido al reunir 35 obras del artista, expuestas junto a autores como Caravaggio, Guido Reni o Carracci, que influyeron en su formación. La muestra, patrocinada por la Fundación Amigos del Museo del Prado, estará abierta hasta el 17 de enero.
Además se exhiben siete nuevas obras atribuidas a su mano, gracias al trabajo de Leticia Ruiz, comisaria y jefe del Departamento de Pintura española del Prado.
El director del Museo del Prado, Miguel Zugaza explicó hoy que es «responsabilidad» de la pinacoteca nacional «rescatar del anonimato público» a un artista como Maíno, del que el Prado conserva la mayor parte de su producción.
Zugaza describió a Maíno como un artista, «original», «sofisticado», «moderno» y «elegante», que llega al Prado con el otoño, «tras el resplandor» veraniego Sorolla.
Para Leticia Ruiz, Maino fue un artista «notable» y un «rara avis» dentro la pintura española, que fue ocupando un «suscinto espacio dentro en el caravaggismo europeo».
Maíno nació la villa alcarreña de Pastrana en 1581. Pasó su adolescencia en Madrid y, hacia finales del siglo XVI, pasó a Italia, donde tendría una decisiva formación pictórica vinculada a las dos grandes corrientes generadas en la Roma de hacia 1600: el revolucionario naturalismo de Caravaggio y la revisión del clasicismo italiano de Annibale Carracci y la escuela boloñesa.
Poderosas dotes como retratistaEl artista vivió en primera persona toda esa confluencia de aportes y estilos, y así lo manifiesta su pintura, caracterizada por un dibujo vigoroso y descriptivo, la monumentalidad escultórica de sus figuras, trazadas con una iluminación contrastada e intensa y un colorido vivo y saturado, con profusión de amarillos, ocres, azules cobaltos y bermellones.
En este sentido, el director adjunto del Museo del Prado, Gabriele Finaldi, subrayó sus «dotes poderosas» como «colorista» y retratista y su currículum «inusual» al ser padre de un «hijo natural» y «padre dominico», explicó.
Organizada en ámbitos temáticos, la exposición ofrece un recorrido «in crescendo» a través de la evolución pictórica del artista que se inicia con obras de pequeño formato a las que siguen una serie de paisajes «de gran calidad», según apuntó Leticia Ruiz, para continuar con la faceta retratista de Maino, donde destaca el «Retablo de San Pedro Mártir en Toledo».
Obras emblemáticasA continuación se exhiben las obras de gran formato de Maíno, con su obra más emblemática «La recuperación de la Bahía de Brasil» (1634-35) destinada a decorar el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro.
Destacar también la «Adoración de los Magos» y la «Adoración de los pastores», que se sitúan en las cotas más altas de la mejor pintura europea del momento, según su comisaria, remitiéndonos directamente a pintores como Savoldo, Caravaggio, Orazio Gentileschi o Guido Reni.
La vinculación de Maíno con la corte le llegó gracias a su fama como excelente pintor y a su condición de dominico, y hacia 1620, cuando contaba 42 años, Felipe III lo llamó para que fuera maestro de dibujo del futuro Felipe IV.
Por entonces, Maíno trabó amistad con Velázquez, a quién protegió y eligió en un concurso público para pintar el tema de «La expulsión de los moriscos» (hoy desaparecida) frente a rivales tan reputados como Carducho o Cajés. De esta época del pintor cercana a Velázquez data el «Retrato de caballero» (1618-23), adquirido por el Museo del Prado en 1936.

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