Una general para salir de Irak
La historia militar suele dedicar bastante más atención a los generales que avanzan, en comparación a los que se retiran. Aunque una excepción puede ser Heidi Brown. Durante la invasión de Irak en el 2003, esta graduada de West Point y especialista en artillería se ... convirtió en la primera mujer del Pentágono al mando de una brigada de combate. Seis años después, tiene una nueva misión no menos relevante: coreografiar la masiva retirada de tropas y material comprometida por la Administración Obama.
En términos logísticos, el nuevo objetivo de la general Brown es una pesadilla no vista desde la guerra de Vietnam. Ya que todo el complejo desmantelamiento de la enorme presencia militar de Estados Unidos en Irak se ve complicado por la contumaz insurgencia y las tensiones políticas crecientes de cara a las elecciones nacionales previstas para enero. Aún así, el calendario está claro. Para finales del 2011, todas las tropas de combate del Pentágono deben salir del teatro de operaciones iraquí.
Desde un palacio de Sadam
Hasta al próximo verano, la oficial que desde la primavera trabaja desde uno de los palacios de Sadam Husein en Bagdad tendrá que orquestar la reducción del contingente de EE.UU, formado por 130.000 soldados, a no más de 50.000. Y de los tres centenares de bases militares ocupadas por el Pentágono en Irak, dejará únicamente seis puestos principales y dos docenas de destacamentos.
El título de la general Brown refleja la importancia que Washington otorga a su trabajo: comandante a cargo de una retirada responsable. Según ha reconocido ella misma, su primer reto es calcular exactamente todo el material -incluidos miles de vehículos y toneladas de armas- que hay que sacar de Irak. Pauta que servirá para establecer cupos detallados y calendarios para cada unidad.
Una parte de toda esa ingente cantidad de impedimenta militar será vendida o donada al gobierno de Irak, ya que no tiene ningún sentido económico los gastos de su repatriación a casa. Otra fracción será reconducida hacia el frente de Afganistán. Y también se aprovechará para reponer los almacenes de material «preposicionado» que el Pentágono dispone por toda la zona del Golfo Pérsico y Oriente Próximo.
Los elementos más valiosos de todo ese arsenal machado tras ocho años de campaña en Irak serán reconstruidos y puestos a punto. En total, la mudanza encomendada a la general Brown implica desplazar un estimado millón y media de piezas de equipamiento. «La idea es hacer el mínimo posible de viajes».
El otro gran reto es el cuello de botella que supone disponer de una sola ruta de salida a través de Irak. Por eso, la general Brown y su equipo está intentando alcanzar acuerdos con los gobiernos de Jordania y Turquía -que en su momento no quisieron saber nada de la ofensiva contra Irak- para intentar establecer rutas alternativas.
La existencia de un calendario fijo negociado con el gobierno de Irak, aunque criticada como una posible ventaja para la insurrección, es considerada por la general como algo positivo. En opinión de esta tejana, disponer de una fecha hace que su trabajo sea «más limpio». Mientras tanto, sus compañeros de destino se preguntan con sorna: «¿Qué requiere una noche para meterse y un año para salirse, y no es un matrimonio?». La respuesta: Irak, por supuesto.
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