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El mismo odio de antaño

CUENTAN que, mientras pronunciaba una conferencia de asunto literario en Chile, Agustín de Foxá dijo: «En España, entonces, la gente moría por honor». A lo que un exaltado que se hallaba entre el público se irguió de su asiento y berreó: «Pues en Chile se ... muere por la democracia». Foxá, sin inmutarse, dirigió una mirada desdeñosa al exaltado y replicó, antes de proseguir con la conferencia: «Ya, pero eso es como morir por el sistema métrico decimal». En la España de hoy, a diferencia de la España que evocaba Foxá, nadie muere por honor, y tampoco por la democracia; en cambio hay mucha gente sin honor que por la democracia estaría dispuesta a matar si le dejasen. Bueno, en realidad a esta gente no la mueve la democracia, sino el odio; pero ha rebozado ese odio con tanto disimulo que logra hacerlo pasar ante los ojos de los incautos como adhesión a la democracia, como el cocinero socarrón logra que las sobras del día anterior pasen por deliciosas croquetas, rebozándolas en huevo y pan rallado.

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