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A remolque

Mariano Rajoy ha demostrado estar dotado de una habilidad muy particular a la hora de aguantar el tirón en situaciones que incomodarían hasta el extremo a quienes conciben la política como un movimiento continuado e impaciente. Ese temple le ha permitido resguardarse de la presión en momentos tan delicados como la crisis interna que se desató en sus filas a raíz de la derrota en las generales de 2008. Pero el problema al que se enfrenta el líder del PP desde que se conocieron las primeras ramificaciones del 'caso Gürtel' es que sólo está en condiciones de poder manejar uno de los dos tiempos que confluyen en este caso: el de las decisiones políticas. El judicial camina a su propio ritmo y de manera difícilmente predecible para los populares, que, a tenor de los resultados, dan la impresión además de haber relativizado en demasía el alcance que podían tener las investigaciones sobre la red de corrupción.

La satisfacción de los responsables del partido ante el archivo de la causa sobre los trajes de Francisco Camps -recurrido por la Fiscalía y los socialistas valencianos ante el Supremo- ha quedado diluida ahora ante el contenido desvelado del sumario sobre la trama corrupta. Ese desajuste entre las previsiones que parecía albergar la dirección del PP y los datos que va arrojando la investigación hace más grande la distancia entre las actuaciones judiciales y la reacción política. Y si esta última se dilata, o no se produce con la suficiente rotundidad, más complicado será para los populares evitar la instalada sensación de que van a remolque de los acontecimientos.

El otro problema para Rajoy, con independencia de las consecuencias penales concretas que se deriven finalmente de este causa, es el daño que implica verse tan sólo rozado por la chabacanería de los presuntos cabecillas de la trama. Es obvio que no puede haber corrupción decorosa, pero buena parte de los detalles recopilados en el sumario son tan vergonzantes que se extienden como una mancha gelatinosa sobre la imagen de honorabilidad del partido. Esa desagradable sombra ha hecho aflorar ya voces asqueadas y amenaza con hacer cundir la desconfianza interna hacia todo aquel que pudiera haber tenido relaciones temerarias con los principales imputados. Imputados que tanta credibilidad han dado con su chulesco y vulgar comportamiento a las sospechas que pesan sobre ellos.

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