«Baaría» y «REC 2» inauguran La Mostra por las dos caras

Sería muy complicado encontrar dos películas tan antagónicas en fondo y forma como «Baaría» y «REC 2», aunque no tanto como un lugar en el Lido veneciano en el que no haya un equipo de obreros en plena labor de construcción, medio centenar de antidisturbios o ambas cosas... Hoy se inaugura la 66 edición de la Mostra, pero da la impresion de que se iba a inaugurar el mes que viene. Entre que están construyendo algunas salas nuevas y que a las «viejas» le han cambiado el nombre, estar en el lugar adecuado o ver la película pretendida es cuestión de suerte.

La precisión y la conveniencia de que «Baaría» inaugure este Festival la apunta el hecho de que no solamente es italiana, sino que ademas la ha producido el primer ministro del país, el señor Berlusconi a traves de su productora Medusa Films... ¿Y qué cuenta «Baaría»?..., pues, practicamente todo: enfoca a varias generaciones de una familia y nos relata todo el siglo XX en Baaría, una pequeña localidad siciliana que sirve de tubo de ensayo para ese d escontrol emocional que le gusta exhibir al cine de Tornatore y cuya misma cima se encontraba en aquellas escenas de besos cortados y llantos finales de «Cinema Paradiso».

La primera gran guerra, el fascismo, la segunda guerra mundial, los cosquilleos del comunismo, el riego por aspersion de la política y... el ingenuo y melancólico «clima cuéntame como paso» al que están inevitablemente destinadas estas historias en sus tramos finales. A Tornatore y a su película le sobra francamente de todo : minutos, aparato, personajes y tiempos, situaciones y languideces, aunque consigue algunos buenos momentos del mejor naturalismo italiano, entre voces, gestos y caracteres fuertes. Angela Molina tiene un papel pequeño pero recio como madre de la protagonista, que encarna la modelo Margareth Madè, que es algo así como una versión vegetariana de Sophia Loren.

En fin, la película inaugural produce más o menos los mismos efectos que la gripe A, muchas toses disimuladas, algo de moquillo y nada de fiebre en las primeras horas, y eso es justamente lo contrario que produce «REC 2», un recalentón inmediato al coger la historia justo en el momento en que la dejaba la anterior: una casa de vecinos acordonada, llena de cadáveres y demonios, con una cámara subjetiva que lleva un personaje algo tonto (¿quién no suelta la camara en situaciones así?) y con un mal rollo general que se busca transmitir desde el mismo arranque.

No tiene «REC 2» el impacto de la primera, pierde el factor sorpresa y lo sustituye con mucha pericia técnica, y nadie encontrará aquí ninguna pirueta genial al estilo «El Padrino 2»... Cambia las jeringuillas por las cruces, o lo médico por lo religioso, e intenta algun pellizco argumental para que no sean todo carreras y sustos, y en este sentido hay que alabar los cambios de punto de vista (de cámara) y de estructura narrativa. Balagueró y Plaza encuentran sin quebrar la lógica el modo de narrar una historia inenarrable y claustrofóbica ; aunque la sensación es que lo que realmente han encontrado es una franquicia que podrán seguir usando hasta que la casa en cuestion se caiga a pedazos.