La histórica victoria socialdemócrata en Japón acaba con el «reinado» liberal
Histórico vuelco electoral en el país del Sol Naciente. El Partido Demócrata de Japón (PDJ) logró ayer una aplastante victoria en las elecciones generales al obtener más de 308 de los 480 escaños de la Cámara Baja de la Dieta (Parlamento), mientras que antes contaba con 112.
De esta manera tan arrolladora, el PDJ barre medio siglo de hegemonía del Partido Liberal Democrático (PLD), que llevaba en el poder desde 1955, con la excepción de un periodo de once meses entre 1993 y 1994.
Tras sufrir un monumental descalabro, el PLD ha perdido los 303 diputados que tenía y se ha quedado con 119, por lo que el hasta ahora primer ministro, Taro Aso, no tuvo más remedio que reconocer la derrota. «Los resultados han sido muy duros y ha habido una gran insatisfacción con el Gobierno», admitió Aso, quien dimitirá como presidente de dicha formación política.
El nuevo primer ministro será Yukio Hatoyama -un ingeniero de 62 años perteneciente a una de las familias más poderosas de Japón- ha enarbolado un discurso social frente a la grave crisis económica y decadencia que sufre el país desde principios de los años 90 que ha seducido al electorado japonés, deseoso de escuchar promesas de cambio.
«Es una victoria del pueblo. La nación estaba harta del partido en el poder y agradecemos su apoyo», se congratuló Hatoyama, quien aseguró que «no seremos arrogantes y escucharemos al pueblo». Para asegurarse los 320 escaños que le den una mayoría de dos tercios, el PDJ negociará formar un gobierno de coalición con los minoritarios Partido Democrático Social y Nuevo Partido Popular.
Cansados de un sistema anquilosado que ha tocado techo, la mayoría de los 104 millones de electores han castigado duramente al PLD de Taro Aso, que no ha sabido llevar a cabo las reformas estructurales necesarias para sacar al país de la «década perdida» tras las crisis de los años 90 y el impacto del «tsunami» financiero global.
Para terminar de darle la puntilla al Ejecutivo saliente, el paro registró el viernes un récord histórico al llegar al 5,7 por ciento en julio, la cifra más alta desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Con las empresas despidiendo a sus trabajadores por la caída de las exportaciones y la falta de impulso del alicaído consumo doméstico, ya hay 3,59 millones de japoneses sin empleo, un millón más que hace un año. Todo un trauma para un país donde generaciones enteras se habían acostumbrado al «trabajo de por vida» -en grandes corporaciones como Sony, Toyota o Mitsubishi- y en el que los empleados solían regir su existencia en base a sus empresas.
Depender menos de EE.UU.
Frente a la crisis, Hatoyama ha prometido cortar el excesivo gasto público del Estado, reducir los impuestos para aumentar el consumo privado, subir los salarios y los subsidios para desempleados y campesinos, así como la gratuidad de autopistas y escuelas. En el plano internacional, apuesta por un Japón menos dependiente de EE.UU. y más centrado en Asia.
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