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Mejor un hijo que «Vértigo»

Veo en el «¡Hola!» las siete páginas dedicadas a Mónica Hoyos y no doy crédito (tampoco me he repuesto de las dieciséis que la semana pasada ocupó Paz Vega, como si su familia nuclear fuera una boda real). Lo que quiero decir es que no tengo ni idea de qué interesa a la gente porque, visto lo visto, me entretienen más las páginas de exposiciones en blanco y negro en las páginas de «Sociedad». Quienes nos hemos criado con el «¡Hola!», seguimos picando pero echamos de menos la época en que salían los Kennedy. También es verdad que estaban vivos (algunos) y eso hacía más fácil que se les tomaran fotografías.

Antes de que la más famosa borracha de la pop culture fuera la Sue Elllen de «Dallas», teníamos a Joan Kennedy, la primera mujer del senador Ted Kennedy, que siempre me ha recordado (él) a una monja de mi colegio (Jordi Hurtado es clavadito a otra). Joan Kennedy, de soltera Joan Bennett (como la actriz), era, al igual que su marido, un personaje habitual de las revistas en los 70. Como lo eran sus tres hijos. Sobre todo el pobre Ted Kennedy Jr., al que cortaron una pierna por un cáncer óseo y que formó parte de mis terrores infantiles (también Rose Kennedy disecada en el porche de la casa). Pero aprendí geografía, siendo Hyannis Port, Chappaquiddick o Skorpios sitios tan familiares como Benidorm.

Ted Kennedy ha muerto de un tumor cerebral, pero a una edad (77) a la que no han solido llegar los Kennedy machos de su generación (e incluso de la posterior, caso de John-John). Había llegado a viejo. Pete Townshend, el líder de los Who, escribió una vez que esperaba morir antes de envejecer. Como lleva camino de no morirse, ahora, con 64 años, lo que ha escrito es un musical, «Floss», sobre cumplir años (otro rollo después de «Quadrophenia» y «Tommy»).

Pete Townshend es un innovador si de lo que se trata es de contar con gracia el envejecimiento masculino, con el que tan pocos chistes se hacen si lo comparamos con el femenino, tan de moda con los guiones y libros de Nora Ephron o con espectáculos del tipo «Menopausia. El musical. La hilarante celebración de las mujeres y el cambio» (deseando estoy que llegue a España).

Ahora bien, una cosa es reírse de los cambios femeninos. Y nos reímos mucho por no llorar (lo que el otro día escribieron Marta Barroso y Teresa de la Cierva del momento en que las rodillas se convierten en cuerpos extraños y empiezan a tener de inquilina una salchicha curva era tronchante). Bien, una cosa es que nos riamos. Y otra, que las viejas tengan el prestigio de los viejos. Sean Connery cumplió el pasado martes 79 años. Y qué estupendo y tal, que me lo envuelvan que me lo llevo (aunque los grandes fastos se guarden para los 80).

El domingo, Vera Miles cumplió los 80. Y como si no existiera. Claro, estando Lindsay Lohan quién se va a acordar de Vera Miles, la rubia que decepcionó a Hitchcock. Por quedarse embarazada y no poder protagonizar «Vértigo», cuando ya se habían hecho las pruebas de maquillaje y vestuario. Según contó Hitchcock a Donald Spoto, «ella se quedó embarazada y se retiró de la película que iba a convertirla en una estrella de primera y una actriz de verdad» (la estrella, que no la actriz, sería Kim Novak).

Vera había hecho una loca extraordinaria en «Falso culpable» como esposa de Henry Fonda (acababa volviéndose loca porque a su marido lo confundían con un criminal). A Hitchcock le gustaba tanto (también había trabajado con ella en su serie) que firmó un contrato personal con la actriz, a la que pensó en moldear como la sucesora de Grace Kelly desde que la vio en la tele. El director recurrió otra vez a la rebelde Vera para un papel secundario en «Piscosis» (era la hermana de Janet Leigh), pero la actriz había desperdiciado su gran oportunidad por el embarazo de su tercer hijo (qué gran entretenimiento imaginarse un «Vértigo» con Vera Miles). Ella sostenía que no era su tipo, que intentó agradarle pero no pudo. De «Vértigo», dijo: «Hitchcock tuvo la película que quería y yo tuve a mi hijo».

En el fondo, el gran hito de su carrera es formar parte del reparto de «Centauros del desierto», de John Ford, algo que merece páginas de libros, no de revistas.

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