Educación nacionalista
EL informe del Ararteko sobre la actitud ante el terrorismo de los alumnos de Secundaria del País Vasco ofrece datos muy preocupantes: más del 20 por ciento de los adolescentes no considera que haya que acabar con ETA, y un porcentaje algo superior justifica los atentados «en ocasiones». Más del 32 por ciento de los escolares afirma que ha escuchado en casa algún argumento que justifica el terrorismo. Los detalles del informe confirman algunas percepciones sociales: hay más apoyo a ETA en Guipúzcoa que en las otras provincias y los alumnos del modelo D (euskera como única lengua) son más proclives que los demás a defender a los criminales. El entorno etarra está muy presente y activo en el mundo escolar y universitario, utilizando como siempre las amenazas, el chantaje y la violencia contra cualquiera que pretenda oponerse a sus métodos mafiosos. Aunque no puedan sorprender a nadie, las conclusiones que cabe extraer del informe del defensor del pueblo vasco demuestran el daño causado por el nacionalismo identitario y excluyente en un ámbito tan sensible como es la educación, generando un sentimiento de odio hacia la nación española y creando una mentalidad totalitaria que no se detiene ante los Derechos Humanos más elementales, incluido el propio derecho a la vida.
La complicidad de un sector de la sociedad vasca con los terroristas de ETA es una evidencia que exige una actitud firme y decidida para dar la batalla en nombre de la democracia y la libertad. El nacionalismo es contrario al sentimiento de convivencia y respeto a los demás, en nombre de una falacia histórica, social y cultural que pretende imponerse como verdad oficial. En términos de ideologías políticas, estamos ante un fenómeno estrictamente totalitario que ni siquiera respeta el principio de las mayorías parlamentarias, en nombre de unos supuestos derechos históricos y naturales a gobernar el territorio del que se apropian en exclusiva. El pacto por la Constitución entre PP y PSE ofrece por ahora avances muy positivos en el terreno del respeto al ordenamiento jurídico y al propio sentido común. Sin embargo, todavía hay que afrontar en todas sus dimensiones la cuestión educativa, uno de los fundamentos del acuerdo sellado entre Patxi López y Antonio Basagoiti, que ha permitido desalojar del poder autonómico al PNV y a sus socios. Si por ahora los nacionalistas mandan en las escuelas y universidades, resulta imprescindible apoyar a las muchas personas dignas y sensatas que luchan por una enseñanza en libertad y se sienten amedrentados y acosados -física y moralmente- por los asesinos y su entorno social. El Ararteko pone el dedo en la llaga cuando admite la «condescendencia» de muchos adolescentes hacia los terroristas. Como es obvio, aquí está la cantera de futuros criminales que se inician en la lucha callejera y continúan muchas veces con asesinatos infames. Hay que enseñar a los jóvenes vascos -y al resto de los españoles- la historia tal como ha sido y no como la inventan los nacionalistas. También es imprescindible transmitir los valores democráticos y la defensa de los Derechos Humanos y la dignidad de la persona. A causa de ETA, el caso vasco es sin duda el más complejo, pero conviene no olvidar los estragos que otros nacionalismos han causado también en materia educativa en otras partes de España.
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