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Jayson Blair, de la mentira periodística al consejo personal

El redactor que inventó y plagió historias en las páginas de 'The New York Times' es ahora consejero en una clínica psicológica

Jayson Blair, de la mentira periodística al consejo personal

Cuando dimitió como redactor de The New York Times, Jayson Blair tenía 27 años y dos personalidades: una que bebía alcohol y esnifaba cocaína y otra que inventaba situaciones y plagiaba historias. Y en ambas se había empleado a fondo.

Seis años despues, Blair ha acabado con su doble personalidad, pero dice usar esta experiencia para ayudar a los que sufren la misma patología de trastorno bipolar que le llevó a cometer uno de los mayores fraudes en la historia del Times.

“Me gusta la idea de ayudar a la gente a evitar que cometa los errores que yo cometí”, dice Blair en una entrevista concedida a Associated Press, tras haber encontrado trabajo como consejero personal en una clínica psicológica de Virginia (EEUU).

El nuevo Blair asesora a estudiantes, ejecutivos y jóvenes con problemas de drogas, entre otros, y lo hace bastante bien, según el director del centro: “Se relaciona con los pacientes maravillosamente”, asegura Michael Oberschneider. “A veces te encuentras personas en la vida con esta personalidad eléctrica. Pues Jayson ahora usa su talento para bien”.

Por su parte, el ahora consejero Blair cree que su mayor valor es la empatía, pues los pacientes saben que ha estado “en sus zapatos” y eso lo hace parecer “más auténtico”. Por eso no duda en contar su historia durante las primeras sesiones y asegura que nunca un cliente se ha marchado al saber que quien le estaba asesorando era el hombre que puso en jaque a The New York Times.

“Profunda traición”

“El extenso plagio e invenciones [de Jayson Blair] suponen una profunda traición de la confianza y una caída en picado en los 152 años de historia del periódico”, aseveraba el extenso editorial publicado en mayo de 2003 y en el que se detallaban las historias que el redactor había inventado y publicado durante sus cinco años de trabajo en el Times.

Declaraciones que transcribió, pero nunca nunca salieron de unos labios; escenarios bucólicos que redactó, pero nunca visitó; situaciones que explicó, pero nunca presenció; y artículos ajenos que copió, pero nunca escribió son el resumen más somero de una prolífica carrera de mentiras, invenciones y plagios que, lejos de costarle el puesto, le hicieron subir como la espuma en la redacción y convertirse en el niño mimado de algunos de los altos ejecutivos del periódico.

Cinco semanas después de que los responsables del diario destaparan el escándalo y señalaran al redactor el camino de la salida, el director y el gerente presentaron también su dimisión, como máximos responsables de una organización periodística que no sólo no penalizaba la nefasta praxis de Blair sino que parecía promocionarla.

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