Los hallazgos de Glyndebourne
En el condado de Sussex, en el sureste de Inglaterra, a sólo un centenar de kilómetros de Londres, los aficionados a la música tienen mucho por descubrir. Al refugio de estrechas carreteras se encuentra, por ejemplo, el pueblo de Glynde. A su pub «Trevor Arms» ... suelen acudir algunos miembros de la sección de viento de la London Philharmonic dispuestos a divertirse haciendo música mientras los espectadores beben cerveza y apuran el sandwich o la salchicha. El entretenimiento tiene la gracia de que todos han intercambiado los instrumentos antes de interpretar valses, marchas o música de películas.
Llegar a Harweys es fácil. Sólo se necesita mapa en mano y finura al volante para no reventar alguna rueda contra el bordillo, que es la avería con la que se identifica a quienes no dominan la conducción por la izquierda. Pero salvada esta pequeña anomalía puede disfrutarse de un espectáculo sólo posible porque a muy pocos kilómetros, sin que ningún signo relevante haga sospechar de su existencia, se encuentra el teatro de Glyndebourne, sede del famoso festival de ópera (www.glyndebourne.com). Este año cumple su septuagésimo quinto aniversario inalterable al espíritu familiar que impulsó al constructor de órganos John Christie y a su esposa, la soprano Audrey Mildmay, a convertir su finca particular en un pequeño Bayreuth.
Desde entonces, Glyndebourne se mantiene sin financiación pública, viviendo de las aportaciones individuales, la venta de entradas y ahora de grabaciones. Entre ellas está la dedicada al «Giulio Cesare» de Haendel, producción de David McVivar estrenada en 2005 y repuesta este año con motivo del aniversario del compositor. La ópera barroca, pilar en la historia de Glyndebourne, se completa con una nueva producción de «The Fairy Queen», del también celebrado Henry Purcell, firmada por Richard Jones y dirigida musicalmente por Vladimir Jurowski. El director del festival está asimismo al frente de la reposición de «Tristán und Isolde» a partir del trabajo que Nikolaus Lehnhoff hizo en 2003. Wagner siempre fue un pilar del festival aunque la reválida de este año le haya quitado fuerza a esta producción interpretada con escasez por el tenor Torsten Kerl, quien en la tercera función alegó problemas vocales, y la soprano Anja Kampe, debutante en el papel y responsable de una esforzada versión a la que Jurowski dirigió correctamente.
Al margen de la también reposición de «L´elisir d´amore», producción de Anabel Arden con Maurizio Benini en el foso, las novedades de este año se centran en el trabajo de Richard Jones sobre «Falstaff» y en la muy encomiable producción que la debutante Melly Still presenta de la «Rusalka» de Dvorák. Ante ella, la exquisita dirección de Jirí Belohlávek ante la London Philharmonic ha encontrado paralelo en un reparto protagonizado por Ana María Martínez, debutante en el festival y responsable de una interpretación muy bien cantada y mejor actuada, además del tenor americano Brandon Jovanovich. Su muy poderosa actuación ha hecho buena la tradición de Glyndebourne, un festival famoso por descubrir nuevas voces y donde lucir esmoquin, tomar el picnic y disfrutar de buena música sigue siendo tradición.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete