No es Sanidad para viejos
Obama lucha contra los rumores de promover la eutanasia como antes contra los de que era musulmán
La reforma sanitaria de Barack Obama se enfrenta a enemigos temibles, entre los que destacan el poderoso lobby de las aseguradoras médicas, estrellas republicanas -o aspirantes a serlo- que han visto en este tema el primer filón rentable en mucho tiempo y hasta a ... rumores del tipo de que el gobierno quiere apoderarse de la Sanidad para promover la eutanasia. Hay quien asegura que Obama estudia la creación de "comisiones de la muerte" para decidir a quién se le permite y financia vivir un poco más y a quién se deja morir para no aumentar el déficitr público.
No hay nada en la propuesta del gobierno que dé pie seriamente a una especulación así. Habrá otras razones para atacar la reforma sanitaria de Obama —lo reconocen sus mismos impulsores-, pero no esta. Entre otras cosas porque habría que estar políticamente loco para promover algo así y pretender ganar la reelección. Lo reconocen de forma implícita los propagadores del bulo cuando, puestos a buscar antecedentes, no tienen otra que remontarse a la Alemania nazi.
Y sin embargo el bulo penetra. Hay quien se lo cree y hay quien, sin acabar de créerselo, lo procesa subliminalmente, en plan "cuando el río suena, agua lleva". Pasó lo mismo cuando durante la campaña electoral se propagaron vastos rumores virales de que Obama era en realidad un musulmán encubierto, alguien dispuesto a poner el Despacho Oval mirando a la Meca. Cuando Obama llevaba años siendo cristiano practicante.
Donde las dan las toman, piensan los enemigos de Obama que siempre han creído que Internet le ayudó "demasiado" a llegar a la Casa Blanca, permitiéndole aparentar a mitad de carrera una fuerza que no tenía. De aquella gesta queda el remanente de 13 millones de voluntarios, teóricamente movilizables con un solo click del ratón. El mismo Partido Demócrata se ha declarado en algunos momentos celoso de esta potencia de apoyos, muy personalmente ligada a Obama y menos al partido.
Pero los republicanos aprenden rápido. Y lo que hace dieciséis años eran encendidas diatribas contra la reforma sanitaria en las páginas editoriales de The Washington Post - como rencorosamente recordaba esta semana The New York Times -, en el American Expectator Magazine y en los discursos de la entonces conservadora emergente Betsy McCaughey, ahora es todo eso (sólo cambiando a Betsy McCaughey por Sarah Palin y el senador por Iowa Charles E. Grassley, además de los inevitables Russ Limbaugh y Karl Rove)...más Internet.
En las filas progresistas, pro-obamistas y ardientemente a favor de la reforma no dan crédito a cómo los conservadores les están comiendo el terreno dándoles de beber su propia medicina, que es el marketing viral. Los demócratas y el mismo presidente se han tenido que poner a la defensiva, pasando de explicar por qué es buena su reforma a defenderse de los ataques de por qué es mala. Hay dirigentes del partido que dicen que ya no están dispuestos a ir a más mítines de pueblo como los que tradicionalmente se celebran durante el mes de agosto, y que este año se están convirtiendo en un festival de insultos al partido del gobierno.
La oposición juega con ventaja en un punto: incluso los europeos que menos entienden cómo los Estados Unidos aún no tienen Sanidad universal a estas alturas lo pasarían francamente mal si tuvieran que introducirla ahora en sus propios países. Un proceso así nunca es fácil. Es políticamente complejo, fiscalmente traumático y socialmente difícil de explicar a las clases medias que ya tienen su seguro médico y de repente se les pide que paguen porque lo tengan otros. Se mire como se mire es un subreesfuerzo.
Enfoque práctico
Por eso Obama pone menos el acento en el aspecto moral y altruista de la reforma, como hicieron los Clinton -quien es sensible a ese argumento ya no necesita ser convencido-, y enfatiza más lo que gana todo el mundo. Por ejemplo estar a cubierto de la proverbial arbitrariedad de las aseguradoras para decidir qué prestaciones cubren o no cubren y qué enfermedades atienden o no atienden. Cambiando a menudo las reglas de juego sobre la marcha con total impunidad.
El mensaje es que hasta el mejor asegurado puede quedarse tirado en cualquier momento si el gobierno no mete mano. Pero el miedo —americanísimo— es que cuando el gobierno mete mano cosas terribles pueden pasar. Ese es el trauma que agitan los republicanos, con tanta fuerza que hay quien cree posible, o por lo menos planteable, la eutanasia de Estado organizada.
Un problema añadido que tiene Obama es que mientras sus enemigos han aprendido a usar las redes sociales a toda velocidad, sus propias redes parecen esta vez distantes y cansinas. Sus 13 millones de voluntarios no acaban de ponerse en marcha. Porque tengan dudas de la reforma, porque las tengan del mismo Obama -que ha resultado ser un presidente menos "progre" y rompedor de lo que muchos esperaban-, sea por puro cansancio. Sea porque vender "Yes, We Can" era mucho más emocionante. Y más fácil.
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