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Giras veraniegas

PARA mí, lo que dice Antonio Burgos va a misa. De coña, nos suelta verdades grandes como puños y amargas como el primer desengaño amoroso. Pero su teoría de los indios guaraníes sobre las giras veraniegas de la vicepresidenta primera no acaba de convencerme. Para ... indios, los españoles. Aunque tampoco me convence que vaya a lucir su vestuario, como apuntan los malauva. Ya tiene abundante ocasión de exhibirlo en España, donde, en cinco años, no la hemos visto dos veces con el mismo modelito. Para mí, el garbeo anual de doña María Teresa Fernández de la Vega por Iberoamérica tiene razones bastante más prosaicas: las elecciones se le están poniendo cada vez más difíciles al Gobierno, que busca votos hasta debajo de las piedras. O al otro lado del Atlántico. La emigración española a aquellos países representa una mina de votos, y el Gobierno Zapatero está dispuesto a explotarlo con todos los medios de la publicidad y de las relaciones públicas a su alcance, aparte del presupuesto, naturalmente, su mayor y último recurso. Varios cónsules en aquellos países me han hablado con auténtico pánico de las consecuencias que puede tener la nueva ley de recuperación de la nacionalidad por parte de los emigrantes y sus descendientes. Que puedan convertirse en ciudadanos españoles de pleno derecho a partir de una fecha arbitraria, como si fueran exilados políticos, cuando la mayoría emigró por razones económicas, puede considerarse un acto de generosidad, aunque muy caro, de la nación con unos hijos a los que no podía dar de comer. Pero que puedan hacerlo sus descendientes, nacidos ya en países con los que no existen tratados de reciprocidad política ni social es, simplemente, una locura. Más, cuando los controles que se han puesto son tan vagos y ridículos que resultan auténticos coladeros. Más de un hispano me ha preguntado en Nueva York: «Mire, mi abuelo era gallego. ¿Cree que podría tener la nacionalidad española con esa nueva ley?» Como no tenía la menor idea, les encaminé al Consulado General, que no sé cómo estará resolviendo la papeleta. Lo que sí sé es que, de abrirse la mano, la sobrecarga a nuestra Seguridad Social, ya resentida por la crisis, podría resultar insostenible. Pero, eso sí, representarían un número de votos que, en una elecciones apretadas, decidirían el resultado.

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