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Aclarado el misterio de las olas gigantes

Aclarado el misterio de las olas gigantes

«El mar se hallaba totalmente en calma cuando una ola de 21 metros pareció salir del aire... Nuestro capitán, que lleva 20 años en este oficio, dijo que nunca había visto nada igual». Son las palabras de uno de los marineros del Norwegian Dawn, que el 16 de abril de 2005 se topó de pronto con tres olas gigantescas surgidas de la nada. Cuatro años antes, en pleno Atlántico Sur, otros dos barcos, el Bremen y el Caledonian Star, sufrieron graves daños tras la embestida de otra ola monstruosa. Las ventanas de ambos buques, situadas a treinta metros de altura sobre el nivel del mar, reventaron debido a la fuerza del agua. «Era como una montaña, un muro de agua que venia contra nosotros», declararía después el propio capitán del Caledonian Star.

Tampoco el lujoso Queen Elizabeth II se libró, en 1995, del encuentro con uno de estos monstruos durante una tormenta en el Atlántico Norte. «Surgió de la oscuridad», dijo después el capitán del transatlántico, y «se parecía a los acantilados blancos de Dover». Los ejemplos no faltan. Marinos y militares de todos los tiempos cuentan periódicamente sus terroríficos encuentros con olas gigantescas. En mar abierto, sin previo aviso, sin que ningún indicio delate su llegada, auténticas murallas de agua se forman de repente y embisten con una fuerza que muy pocas embarcaciones pueden resistir. Tales fenómenos, sin embargo, han sido considerados hasta hace muy poco tiempo como simples exageraciones de marineros, sin ninguna base científica.

Como un edificio de ocho pisos

Hasta que, a mediados de los noventa, observaciones realizadas por satélites demostraron que esta clase de olas (que no tienen nada que ver con los tsunamis) son mucho más comunes de lo que se creía en todos los océanos del mundo. Una de las más recientes se produjo el pasado 24 de enero de este mismo año. Ese día, la boya Augusto González de Linares , al norte de Santander, registró una ola de 26,13 metros, equivalente a un edificio de 8 pisos, durante un temporal... Pero la mayor ola registrada hasta el momento por un instrumento científico se produjo en febrero del año 2000 y fue medida por un buque oceanográfico británico en Rockall, al oeste de las costas escocesas. La ola tenía, hasta su cresta. 29,1 metros de altura.

Hasta el momento se han identificado tres tipos diferentes de olas gigantes: las llamadas «murallas de agua» que pueden viajar decenas de kilómetros antes de deshacerse; las «tres hermanas», así llamadas porque se forman de tres en tres; y las «solitarias», que se forman durante una tormenta y pueden ser hasta cuatro veces más grandes que el resto de las olas a las que acompañan, aunque duran unos pocos segundos.

Durante los últimos años, y a pesar de que el fenómeno ya se toma muy en serio por parte de los oceanógrafos de todo el mundo, se ha intentado, con poco éxito, saber algo más sobre estas enormes masas de agua que se forman sin motivo aparente en mar abierto, sin importar las condiciones meteorológicas (pueden aparecer con el mar en completa calma) ni las direcciones del oleaje y las corrientes marinas dominantes (a menudo, estas olas viajan en dirección contraria a las demás). Ahora, una detallada simulación informática realizada por oceanógrafos norteamericanos permitirá saber dónde y cuándo es más probable que estas olas gigantes se formen.

Donde hay corrientes

Los lugares más propicios, según los investigadores, son las áreas costeras en las que se dan bruscas variaciones en la profundidad de las aguas y en las que haya, además, fuertes corrientes marinas. La simulación, desarrollada por Tim Janssen, de la San Francisco State University , y por Thomas HC Herbers, de la Escuela Naval de Monterrey , en California, se publican en el último número de la revista Physical Oceanography .

Según el estudio, la combinación entre bancos de arena y corrientes marinas puede hacer que las olas cambien de dirección y varíen su velocidad, concentrando toda su energía en un único punto que los científicos han denominado «zona focal de la ola» . Tim Janssen compara esa zona con una especie de lupa, en la que la luz penetra y focaliza toda la energía hacia un punto concreto. De la misma forma, cuando una ola pasa sobre, por ejemplo, un banco arenoso, focaliza toda su energía hacia un punto contreto.

Y es precisamente en estos «puntos calientes» donde los investigadores han encontrado que es más fácil que se formen olas gigantes. «En un campo de olas corriente -explica Janssen- lo normal es que tres de cada diez mil olas sean gigantes. Pero en una zona focal, la cifra puede aumentar hasta tres de cada mil».

Ayuda para la navegación

Para construir su modelo, los investigadores introdujeron en el ordenador datos de olas reales. Y fueron repitiendo el experimento una y otra vez, utilizando en cada ocasión variables diferentes. «Lo realmente importante de nuestra investigación -explica Janssen a la BBC- es que es muy fácil de comprobar. Ahora contamos con una teoría, con un modelo de predicción, y podemos viajar a diferentes áreas y medir si las cosas suceden así o no».

Comprender dónde y cuándo es más fácil que se produzcan olas gigantes será, a partir de ahora, de gran ayuda para la navegación en mares de todo el mundo y para la construcción de plataformas marinas (las otras grandes afectadas) mucho más seguras. «Si sabes que un área determinada es muy propensa a formar olas gigantes -explica Janssen- entonces querrás estar lejos de ella. Cualquiera que esté en mar abierto querrá disponer de esta clase de información».

A pesar de todo, el propio Janssen admite que su estudio, por el momento, es en su mayor parte teórico. «Hemos intentado ser todo lo realistas que hemos podido, pero nos queda un largo camino para hacer predicciones lo suficientemente sólidas como para que la gente las use. A pesar de ello, es una dirección en la que trabajar».

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