Yibuti, el retiro de Louis de Funes
Caminar por las calles de Yibuti es como estar atrapado en una película de Louis de Funes. A cada paso uno se encuentra con decenas de gendarmes franceses en inmaculado porte que lo cierto es que despiertan cierta comicidad. No es que esto sea una maldad propia del antibelicismo, pero ante el exceso de calor que sufre esta pequeña nación del Cuerno de África -45 grados a la sombra-, resulta de lo más curioso observar el paso acelerado de la Legión Extranjera o el Ejército francés entre una sociedad adormecida por el khat –una droga que consume el 90 por ciento de la población. Es cierto que las comparaciones son odiosas y que la comedia del país galo ha sufrido una cierta evolución en los últimos años, pero si De Funes se caracterizaba por su extrema gesticulación y expresividad, lo cierto es que los casi 3.000 soldados destinados en esta pequeña nación del Cuerno de África carecen del más mínimo sentido del humor (o eso parece).
Eso sí, su efectividad queda fuera de duda. Me comentaba hace unos días un legionario francés dedicado a adiestrar a cerca de 400 soldados somalíes en tácticas de batalla, que en una de sus prácticas nada más llegar a Yibuti consiste en recorrer un circuito en el desierto tan sólo con la ayuda de un mapa. Según sus palabras, tardaron cerca de 45 minutos. Una unidad de medida temporal que impresiona bastante si se compara con las casi 5 horas que dedicaron las tropas estadounidenses para recorrer el mismo trazado. “En el cuerpo a cuerpo los marines de EE.UU. son los mejores, pero a nosotros no hay quien nos gane sobre el terreno”, afirmaba con orgullo. Unas palabras que se pueden extrapolar a los conflictos de Afganistán o Irak.
Así que ya pueden ir tomando nota el resto de países. Si quieren ganar batallas, cultiven su escuela de humoristas.
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