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Cristina García Rodero: «El striptease sentimental no me interesa»

Cristina García Rodero: «El striptease sentimental no me interesa»

Hasta ahora, la única chica Magnum que conocíamos era Elsa Pataky, que nos invitaba a apaciguar los calores veraniegos mordisqueando un helado. Este verano la nueva Magnum no ocupa portadas de revistas de moda, ni es actriz, ni sale con Adrien Brody. Ni falta que le hace. Se llama Cristina, es de Puertollano, tiene 60 años y ha caído rendida a sus pies la agencia de fotografía más señera del mundo. Su apellido (García Rodero) es ya Historia.

Tras llegar de Londres como flamante Magnum y días antes de partir para México, quedamos con ella en su casa. Acaba de hacer una entrevista telefónica, busca dinero para pagar a la asistenta («¿pero dónde lo habré puesto?», se pregunta dando vueltas por el salón) y en poco más de una hora tiene que asistir al homenaje que le ha preparado su galerista Juana de Aizpuru («trabajar con ella es una de las mejores cosas que me ha pasado»). Así es su vida, a 200 por hora. Está feliz por su entrada en Magnum: «Es estupendo ver que han valorado tu trabajo y poder compartir de tú a tú cualquier momento con personas a las que admiras y de las que has aprendido». ¿Soñó con ello algún día? «Jamás pensé en Magnum. La veía tan alta, tan alta, tan alta... Veía que yo no daba el perfil de Magnum: una persona joven, que pueda estar en cualquier guerra... A mí las guerras nunca me han interesado. Huyo del sufrimiento, tal vez por eso he ido tanto en mi trabajo hacia las fiestas, donde la gente vive, disfruta, comparte... No soy fotógrafa de prensa, nunca he buscado la actualidad en sí. Conocía a gente que había sufrido porque su meta era Magnum. En la agencia no se conforman con cualquier cosa, quieren un buen fotógrafo y eso presiona mucho y se sufre. Yo soy soñadora, pero no quería sufrir». ¿Qué cree que han visto en sus fotos para aceptarla como una más de Magnum? «A lo mejor que soy diferente y que puedo llenar un espacio».

¿Va a cambiar en algo su forma de trabajar? «Si hubiera sido una jovencita, sí me hubiera cambiado mucho, pero ya tengo mucha experiencia y a estas alturas mi vida está hecha». Le comunicaron la noticia, como manda la tradición, mientras aguardaba con otros aspirantes tomando unas cervezas. ¿De quiénes se acordó en ese instante? «De mis padres, porque fueron absolutamente generosos». Recuerda que su primera cámara se la compró con el primer dinero que ganó. Y fue gracias a su timidez: «Hicimos una rifa para el viaje de fin de estudios. Yo he sido siempre muy tímida y vendí muy pocas papeletas. Me quedé con muchas, que tuve que pagar, y me tocó. En ese viaje por Andalucía me la compré. Pero la réflex me la compraron mis padres». ¿La conserva? «No, me han robado tantas veces...»

Es muy perfeccionista. Tuvo problemas para recortar la selección de fotografías que presentó como prueba de acceso a Magnum. Siempre añadía una más... «por si acaso. Me pasa como con las maletas, que sigo metiendo cosas, por si acaso, y al final las llevo llenas». ¿No viaja ligera de equipaje? «No, soy reincidente. Voy a cuestas con un maletón».

Este verano quiere aprovechar su viaje a México como miembro de un jurado para ir a Estados Unidos, Cuba y Haití. ¿De nuevo Haití? «Sí. Me marcan muchos los temas que hago, me implico y creo que hay más cosas por hacer». ¿Siente la responsabilidad de ser el primer español de Magnum? «Sí, es una responsabilidad, pero querría que sirviera para animar a muchos más. Si yo he podido, otros pueden». La fotografía española tiene, en su opinión, «mucha calidad; está cada vez mejor, pero necesita salir más fuera». Con su entrada, sólo hay cuatro mujeres en activo en Magnum. ¿Ha tenido que demostrar más en su trabajo por el hecho de ser mujer? «En muchas cosas se sigue mirando por encima del hombro a la mujer. Yo no he tenido problemas en mi trabajo, pero sí he notado que me miraban con superioridad. Me gustaría que hubiera muchísimas más mujeres fotógrafas; sería bueno. Pero el trabajo de fotógrafo es duro. Es una vida difícil de llevar». ¿Cree que hay miradas femeninas detrás de un objetivo? «No tanto eso como determinadas cualidades detrás de un sexo u otro. Hablaría más de una sensibilidad». ¿Es machista el mundo de la fotografía? «Yo creo que no. Cuando un trabajo es bueno y merece la pena, se reconoce».

¿Está de acuerdo con la definición de Magnum como una fábrica de sueños? «No, es muy real». ¿Pesa mucho seguir los pasos de soñadores de la talla de Capa o Cartier-Bresson? «Sí, es una gran responsabilidad. Lucharon por defender los derechos de los fotógrafos, su autoría, el copyright». En este sentido, denuncia que «en España sigue costando que se respeten los derechos de autor de los creadores, incluidos los fotógrafos: «Deberían penalizarse todos los abusos». Annie Leibovitz toma su relevo este año en la sala Alcalá 31. ¿Le gusta? «Es una buena fotógrafa». ¿Haría un striptease sentimental como el suyo, publicando fotos tan íntimas? «Los stripteases sentimentales no me interesan para nada. Defiendo la privacidad». A pesar de su pequeña estatura, Cristina García Rodero se mueve como pez en el agua entre marabuntas: macrofestivales de música, la Love Parade... «He aprendido a moverme entre masas para que no me aplasten». Le interesan las tradiciones, los rituales, pero también este nuevo tipo de fiestas: «Es una celebración a la vida». Seguirá, dice, fotografiando lo religioso, lo pagano, la vida, la muerte, la paz, la belleza, la enfermedad, lo viejo, lo nuevo.... «La vida me gusta». Quiere viajar más a Asia y África. «Y necesito más tiempo para mí mismo y mi gente», apunta. ¿Cree que lo logrará? «No».

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