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Bajada de pantalones

LO más importante de la nueva financiación autonómica es lo que no ha dicho el gobierno: que no tiene dinero para pagarla. Y como subir los impuestos está descartado, la única forma de obtener los 11.000 millones de euros adicionales que cuesta es emitir nuevas emisiones de la ya altísima deuda pública. Lo que deja el Estado español a la intemperie, con las arcas vacías y una capacidad recaudatoria recortada, al haberse transferido a las Autonomías el 50 por ciento del impuesto sobre la renta, el 50 por ciento del IVA y el 58 por ciento de los impuestos especiales. ¿Cómo va el gobierno a hacer frente a los gastos extra que conlleva la crisis, empezando por el desempleo? ¿Cómo va a financiar la educación y el desarrollo necesarios para incrementar la productividad y competitividad precisas para salir del pozo en que nos encontramos?

Por si ello fuera poco, la equidad que proclaman tanto el presidente como su ministra de Hacienda no aparece por ninguna parte, como demuestra un simple vistazo a los números. Que Cataluña se lleve 3.855 millones más y Andalucía, 3.133 significa un reparto tan parcial y torticero como el de la madrastra entre sus hijas e hijastras. Los dos graneros de votos del PSOE se llevan la parte de león, y las otras 13 comunidades que entran en el reparto tendrán que conformarse con el resto. Y si no se conforman, ni siquiera eso.

Aparte de haberse dado el peor de los ejemplos a las Autonomías. En vez de inducirlas a la sobriedad y al ahorro, como exigen las circunstancias, se las induce a gastar aún más de lo que vienen haciendo e, incluso, a gastar el dinero que no tienen. ¿No lo acaba de hacer el gobierno central?

Pero lo más grave de todo, el mayor error de cuantos ha cometido hasta ahora Zapatero, es haber negociado esta nueva financiación autonómica no con las autonomías en su conjunto, ni siquiera con una de ellas. La ha negociado con un pequeño partido político: Esquerra Republicana de Cataluña. Mejor dicho, no ha negociado, ha claudicado ante él, como se vanagloria, desgraciadamente, con toda razón. Desde el esperpento con De Juana, su huelga de hambre y su traslado a San Sebastián para que pudiera ducharse con su novia, no se había visto una bajada de pantalones igual por parte del gobierno español. Con el agravante de que esta vez afecta a las finanzas presentes y futuras del país. Todo, para asegurarse los votos que sostengan al gobierno Montilla en Cataluña y al gobierno central en Madrid con los votos que los de Montilla le presten en el Congreso. Pocas veces un gobierno español se habrá vendido tan barato. O tan caro, según se mire. Pues parte de ese dinero se destinará a que Carod Rovira y su grupo puedan seguir abriendo embajadas en el extranjero y proclamar dentro y fuera de España que ni son ni se sienten españoles.

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