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«El niño criminal»

Jean Genet. Traducción de Irene Antón. Errata Naturae (Madrid, 2009). 96 páginas. 10, 90 euros

«El niño criminal»

He aquí un vino oscuro, una rosa desgarradora, un puñetazo en el banquete de los poderosos bienpensantes de cualquier signo. Irene Antón, filósofa y estudiosa de la obra de Jean Genet , hace en «El niño criminal» una propuesta alejada de los inmensos paquebotes literarios de bandera sueca, nos invita a pasearnos del brazo de este marinero de nombre extranjero y bragueta poderosa. De un hombre que no amaba a las mujeres, porque él era la suya. De un creador cuya inspiración no conocía las corrientes de aire. De un ser que no necesitó gasolina para incendiar su vida. De un escritor que no escribía al peso.

Irene Antón ha preparado 109 gramos de nihilismo. Una dosis homeopática de mal o de bien, dependiendo del lado de la balanza en que situemos nuestras virtudes sociales.

El genotipo deshabitado, el hijo de mil padres, el chapero, el emperador del fango y de los parias, el hampón violento y subversivo nunca se sintió tan literariamente puto como en éstas líneas escritas en pleno desierto creativo. Cuando sus amigos le salvaron del encierro de la cárcel. Cuando apelando al Presidente de la República Francesa, el otro Jean, el Cocteau, quiso erigirse en padre terrible del niño terrible. Cuando el estrábico Sartre le hizo santo, a su pesar. Corrían los 50 del siglo pasado. Cuántos protectores le salieron a Genet en los salones burgueses, en los cenáculos intelectuales, en todos aquellos lugares donde se sintió náufrago y huérfano de los suyos, suyos: sus hermanos de sangre carcelaria, sus musos malditos, sus auténticos afectos. «El niño criminal» y «Fragmentos» son escritos en este periodo de crisis que padece el escritor desde 1947 a 1954 . En ellos vuelve a sus temas preferidos: el crimen y la homosexualidad.

«El niño criminal» fue escrito para ser emitido en la Radio Nacional Francesa. «Carta Blanca» era un programa en el que se pedía a diversos autores narrar en viva voz sus textos. Genet, el presidiario, fue rechazado. También el loco y cruel Artaud: “Dónde huele a mierda, huele a ser”. La censura de ambos escritores llevó al director del programa y autor de la idea, Fernand Pouey a dimitir en señal de protesta . ¿Se imagina alguien tamaña coherencia en nuestros días?

Estas pocas páginas de desarraigo son un auténtico tratado de urbanidad, de coherencia vital y creadora. Una lección de moral descarnada . Un discurso para ser oído sobre todo por los presidiarios, aquellos que Genet más amaba: “Me hubiese gustado hacer escuchar la voz del criminal. Y no su queja, sino su canto glorioso”.

Excelente manual

«El niño criminal» debería ser un texto de lectura obligada en el el Congreso de los Diputados. Ese lugar dónde se debaten eufemismos, leyes de convivencia y castigo, sistemas de educación, normas de ciudadanía defendidas y combatidas por señorías paternalistas de todos los colores. «El niño criminal» debería ser oído en las iglesias, en los cuárteles, en los colegios públicos y los más exquisitos. En facultades de Derecho, en cárceles y correccionales. En tardes narcotizadas de manicomio. En toda institución cerrada, incluida la familia.

Este libro es un excelente manual para esos padres que evitan a sus niños dolores esenciales para crecer

Pero hay más en este vino oscuro, en esta rosa maldita que Irene Antón nos trae en el siguiente puñetazo. «Fragmentos» es la mirada del cíclope anal, del Genet que quiere suicidarse y encuentra la muerte que le lleva la contraria en otro ser tan desarraigado y marginal como él . Otra lección inconclusa de moral inacabada. “ Me obstinaba en el deseo de él. El gamberro a quien quería convertir en un adorno que se empalmase y abriese su culo, y a la vez un amigo, fue terrible. Se ensañó conmigo”. A día de hoy algunos de los pasajes de «Fragmentos» constituirán una delicia para homófobos y un escándalo para muchos rosas que luchan por ser domesticados. Genet reparte bofetadas en todas las direcciones: “¿Un único-próximo al mío, que se le acerca- un único sexo? Mil que se enfrentan a mil que son míos, que soy mil- se mueven, se quedan quietos, ruedan dulcemente en esos espejos implacables, impenetrables, donde la ley del silencio es absoluta”.

Tomar o dejaros tomar por estos gramos de Genet. Su atractivo añadido es ser considerado en el mercado un «worthseller» (un marginado de las listas de vendidos). Os aseguro que merece la pena leerlo. Todo él es ajenidad necesaria. Cercanía imprescindible.

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