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Fin del sortilegio

Emocionado y conmovido estoy ante la frase que hoy no acababa de creerme ver pronunciada por el gran hombre bueno del buenismo. Ha dicho que José María Aznar no se equivocaba. Y que ETA es un problema policial. Quienes siempre hemos luchado con la idea de la existencia de Dios estamos probablemente más cerca de la afirmación. Si Iñaki Gabilondo dice que Aznar tenía razón en algo, nadie debiera tener problemas en aceptar el mucho vino en las bodas de Canaa, ni los panes y los peces en la fiesta campestre ni la propia Santísima Trinidad. Toda la progresía hundida de golpe, caída del más inmenso caballo ante la puerta de Damasco, como cuando Milovan Djilas reveló la obviedad de que Josip Broz Tito y sus comunistas eran una banda de hipócritas, ladrones y puteros. Cierto que Gabilondo no espera como Djilas serias represalias, seguirá bien pagado y escuchará la Novena de Brückner como si el drama no fuera con él.

¡Pero qué bonito es escuchar una enmienda tan rotunda! Una enmienda a la totalidad que conlleva muchas más de las que pretende su autor. Si el gran pope del sectarismo izquierdista, el adalid del odio personal casi patológico que se ha generado desde el poder y sus aledaños contra el ex presidente en los últimos años dice que Aznar tenía razón en algo, se ha roto un sortilegio. Si Gabilondo dice que Aznar tuvo en algún momento razón, está diciendo que Zapatero y sus palanganeros de bajo coste como Enric Sopena y otros tantos, no la tenían ni tienen. Y da por hecho que su propia enmienda revela que la incapacidad de hacerla del resto de los fabuladores demuestra cómo todos ellos se aferran a la mentira.

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