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Equilibrios en el Congreso

LO llaman «geometría variable» pero, en la práctica, es una chapuza permanente. Una y otra vez, el grupo socialista hace equilibrios en el Congreso de los Diputados para sacar adelante las votaciones de acuerdo con el espíritu del «como sea» que inspira muchas decisiones de Rodríguez Zapatero. Ayer, el PSOE sacó adelante el «techo» de gasto público para 2010 de cara a los próximos presupuestos generales del Estado, gracias al apoyo de Coalición Canaria y UPN y a las abstenciones de CiU, IU-ICV, BNG y Nafarroa Bai, es decir, un total de 172 votos a favor a base de pactos heterogéneos y a veces contradictorios. Los reproches de los diversos grupos, incluidos algunos que se abstuvieron a la hora de la votación son muy significativos de la debilidad parlamentaria de un Ejecutivo inestable y oportunista. La clave ha sido la abstención de CiU, gracias a que el Gobierno rectificó poco antes su giro fiscal hacia la izquierda, tras un pacto con IU-ICV que apenas duró unas pocas horas. Hay que tener en cuenta además que la posición de los socialistas en el Senado es todavía más endeble, de tal modo que nadie está seguro de que este paso previo al gran debate presupuestario del último trimestre ofrezca una mínima garantía de que las cuentas del sector público van a salir adelante en las Cámaras.

Así no se puede continuar, porque no hay manera de poner en marcha una política coherente y razonable frente a la crisis económica para generar la confianza imprescindible en los sectores productivos de una sociedad cada vez más escéptica y desencantada. Rodríguez Zapatero vive al día en términos políticos hasta límites insospechados, porque los aliados de hoy son los adversarios de mañana y, por supuesto, porque la factura por estos apoyos puntuales crece de forma imparable. En último término, los ciudadanos son los que pagan el agujero en las cuentas públicas, como bien demuestra la intención inequívoca del Ejecutivo de subir los impuestos para obtener nuevos ingresos. Su pésima gestión de la crisis sitúa al PSOE en su peor momento desde 2004, como refleja claramente el resultado del 7-J por mucho que el presidente intente minimizar los daños. Con el drama del paro como telón de fondo, es imprescindible una política económica rigurosa y eficaz que el Gobierno se muestra incapaz no ya de desarrollar, sino ni siquiera de proponer de forma coherente ante la eventualidad de tener que dar un paso adelante y otro atrás por exigencias de sus aliados coyunturales.

El más elemental sentido de la responsabilidad exige que el PSOE plantee y consiga algún tipo de pacto estable que otorgue una mínima credibilidad a su política económica y garantice una mayoría solvente para el debate presupuestario. De lo contrario, la legislatura tendrá que ser necesariamente muy breve porque existe un serio peligro de colapso en la actividad política y legislativa. Si no tiene valor suficiente para intentar un pacto de Estado con el PP, Rodríguez Zapatero debe al menos decantarse por uno u otro de los socios posibles con el fin de evitar este espectáculo cotidiano que provoca el desprestigio de la clase política y un daño evidente a la credibilidad de las instituciones. Las cosas deben cambiar, porque la desconfianza de los españoles en un Gobierno ineficaz y oportunista es un impedimento para encauzar la gravísima situación económica.

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